El diseño de las miradas
07/07/2015 en Miradas invitadas
Unai Robredo (@urgrafica). Nací en Bilbao hace 43 años. No me gusta decir que soy diseñador gráfico, porque sí soy padre o corredor, y el diseño no tiene ese rango, no me define. Tampoco me gusta decir que trabajo como diseñador gráfico, porque a veces es un trabajo, y me da de comer, y otras no, y me alimenta el alma. Me gusta pensar que el diseño es como un sombrero elegante; creo que me da un aire distinguido, pero realmente sólo me protege de la lluvia.
Cuando desde Doce Miradas contactaron conmigo para que les hiciera una propuesta de logotipo, acepté con entusiasmo. Tomar parte en aquel proyecto de doce mujeres dispuestas a compartir sus miradas para cambiar la forma de mirar de los demás, me llenó de orgullo y responsabilidad. El tema en sí mismo era interesante, sin duda, pero lo que me atrajo fue la posibilidad de que mi propia mirada quedara plasmada y, de alguna manera, también contada a través de mi trabajo. Pero fue esto mismo lo que me supuso el mayor quebradero de cabeza en el desarrollo de la propuesta; mi propia mirada, precisamente.
Todo empezó de la manera más sencilla. En esa fase primigenia del proceso de desarrollo de una marca, en la que me esfuerzo por “ser”, de una manera lejana e impostada, aquel al que voy a representar. Durante mi carrera como diseñador he sido fabricante de válvulas, actor, peluquero, constructor o bailarín… incluso he sido alcalde. Y en esta ecléctica trayectoria como sosia impreciso, el género había sido un aspecto irrelevante o cuando menos, secundario. Así, nunca había tenido que ser mujer. Es cierto que, como diseñador con cierta experiencia, manejo códigos de comunicación gráfica, herramientas formales con una base teórica fundamentada en la experiencia previa de miles de diseñadores y analistas, recursos gráficos y estilísticos, a través de los que podría representar a cualquier emisor y alcanzar a cualquier receptor. En teoría.
Nada más empezar a trabajar en la marca de Doce Miradas me hice una pregunta que, si bien acabó por hacer el proyecto más rico e interesante de lo que ya era, me llenó de dudas e inseguridad: ¿no debería ser una mujer la que hiciera este trabajo? Lo que me llevó a cuestionarme la propia mirada: ¿en qué medida sería la de mujer una mirada más ajustada a la naturaleza del encargo? ¿Existe realmente una sensibilidad diferente, distinguible a través del análisis del observador, entre el diseño producido por mujeres y el producido por hombres?
Desde el principio sabía que el logotipo debía estar formado por una estructura modular que permitiera reconocer doce piezas que lo compusieran, en la que todas fueran imprescindibles; extraer una de las piezas haría incomprensible el conjunto.
También sabía que el concepto «mirada», mirar, debía estar claramente representado. El elemento más sintético para remitirme a ello era un ojo. Y además, contenía en sí mismo el carácter personal; el ojo es del que mira. Así que tendría que ser un ojo compuesto por doce partes, o doce partes que construyeran un ojo.
Y mujer. Miradas de mujeres. El logotipo tendría que trasmitir este mensaje con claridad. Hablaría de un conjunto formado por partes, hablaría de miradas y hablaría de mujeres. Y tendría que ser desde la mirada de un hombre.
El diseñador neoyorquino Milton Glaser, en su “Diseñador/Ciudadano”, cita al poeta romano Horacio en un pasaje del ensayo en el que trata de iluminar los oscuros límites que separan el diseño del arte. “La función del arte es instruir y deleitar”, dice Horacio. Glaser contrapone el concepto de persuasión al de instrucción para diferenciar diseño de arte. «Cuando alguien se instruye, se fortalece», asegura, para matizar después que la persuasión no garantiza los mismos resultados. Persuadir y deleitar podría ser la función del diseño. Persuadir deleitando, quizá. El deleite, es la parte no cuantificable, la que se correspondería con la belleza, no valorable desde un punto de vista lógico, pero donde reside la auténtica potencia del mensaje. Y es en la forma en que se trasmite y se percibe la belleza, donde está -en mi opinión- la diferencia entre un diseñador y otro, entre diseñadoras y diseñadores.
Herencia cultural, genética, educación… Es inútil que intente mirar con los ojos de otro, de otra. Podré comprender sus miradas, la forma en que perciben las cosas, pero jamás podré mirar con sus ojos. En ningún momento fui realmente fabricante de válvulas o alcalde. Fui yo mismo intentando comprender su forma de mirar.
Decidí que representaría el concepto de mujer a través de una metáfora en apariencia tópica, la clásica visión masculina sobre la mujer, pero que contuviera un fondo, un alma, mucho más auténtica y primaria, sólo revelada a quien supiera mirar. Elegí una flor. Para quien mira sin profundidad no es más que algo bonito, pero en el fondo es la representación esencial de la propia vida, con toda su fuerza, su condición efímera y su capacidad para generar nueva vida.
El logotipo de Doce Miradas está construido a partir precisamente de eso, de la mirada. Es fruto del esfuerzo por mirar de otra manera, y apela a la capacidad que tenemos todos de comprender la forma de mirar de los otros, de las otras. Tal y como hacen las mujeres de Doce Miradas.
Latest posts by Doce Miradas (see all)
- Pause - 29/09/2020
- El diseño de servicios como nuevo enfoque para atender una pandemia invisible: el maltrato psicológico - 15/09/2020
- Distinción de género - 14/07/2020
Muchas gracias, Unai! Me encanta el logo, me encanta como has descrito en el post el proceso de análisis y reflexión que viviste para crearlo. Y estoy deseando desvirtualizarte. ¡Espero que no tengamos que esperar al 3er o 5º Aniversario!
Gracias ti, Mentxu!! Yo también tengo ganas de conoceros a todas en persona!! Y espero que sea pronto!
Jamás terminaremos de agradecerte como te mereces este regalo en forma de logo, Unai. GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.
Ha sido un placer, Lorena. Yo me he beneficiado más que vosotras de todo este proceso, te lo aseguro. He aprendido mucho!! Gracias!!
¡Unai!
¡Qué regalo este post! ¡Qué regalo nuestro logo! Y sobre todo, qué regalo tu mirada. Me encanta cómo lo cuentas: tienes arte en el ratón y también en la tecla. Es una suerte contar contigo y, además, un lujo. Un abrazo grande y montón de gracias. Besooooo!
Eskerrik asko, Macarena!! Ganas de volver averte después de tantos años!!! Beso grande.
Maravilloso post, desde el título a la última frase. Excelente la mirada, el proceso y el relato.
Al hilo de las cuestiones que te planteabas en el proceso, y entendiendo la mirada como algo más amplio que el “ver”, me he preguntado que elegiría una persona ciega para representarla. De alguna manera, la respuesta estaba un poco más adelante: “Es inútil que intente mirar con los ojos de otro, de otra. Podré comprender sus miradas, la forma en que perciben las cosas, pero jamás podré mirar con sus ojos”.
Creo que no había sabido apreciar tantos matices en el logotipo. Va a ser que una imagen transmite mucho, pero no todo 🙂
Un regalo esta reflexión. Un saludo!
Kaixo, os saludo a las doce miradas!! Celebro que una treceava bruja me haya hablado de vosotras y animado a conoceros y visitaros y suscribirme… Y resulta que os conozco a algunas de vosotras… Y resulta que conozco a Unai…
Y entonces os he leído y he leído a Unai y las respuestas y la energía que movéis y me he emocionado…