Cuando tú eres la cuota
07/11/2017 en Miradas invitadas
Esti León (@EstiLeon) trabaja como responsable de proyectos en Innobasque, la Agencia Vasca de la Innovación. Algunos de los proyectos educativos que ha puesto en marcha son FIRST LEGO® League Euskadi, Cleantech now! o TrainINNLab. Forma parte del comité científico y organizativo del Premio Ada Byron a la mujer tecnóloga que promueve la Universidad de Deusto y ha colaborado en el lanzamiento de Inspira STEAM, un proyecto pionero para el fomento de las vocaciones tecnológicas entre las niñas.
—No hay mujeres en esta jornada —me dicen—, así que hemos pensado que participes tú.
—Ya. Vamos, que soy la cuota.
—Mujer, no lo mires así.
—¿Y cómo quieres que lo mire?
—Invitamos a varias mujeres, no te creas, pero ninguna aceptó. Bueno, ¿qué dices?
—No sé… Deja que lo piense y te digo algo.
Pido un par de días para tomar la decisión, pero la verdad es que solo intento ganar tiempo. Necesito que se me pase el enfado monumental que me ha provocado esa oferta tan poco sexy. ¿Quién quiere ser la cuota? ¿A quién le gusta ser invitada a participar en un evento por un motivo que nada tiene que ver con sus méritos?
Quiero dar una respuesta desde la reflexión, pero sigo irritada. Me retroalimento: si participo, me digo, voy a salvarles el culo. ¡La única manera de que aprendan es que sean linchados en Twitter! ¡Que les den! ¡Paso!
De momento gana el no.
Lo comento con tres personas de confianza: un hombre y dos mujeres. Las tres desmontan mis conclusiones con idénticos argumentos: “¡Qué bien, vas a tener la oportunidad de hablar de tu trabajo ante mucha gente!”, “¡Qué más da la cuota, piensa qué consigues si aceptas y qué pierdes si lo rechazas!”, “Siempre dices que las mujeres deberían aprovechar los foros profesionales para ganar visibilidad”. Y los tres acaban con la misma pregunta, retórica y lapidaria: “¿crees que un hombre diría que no a esta propuesta?”
Solo puedo darles la razón. Yo misma he repetido esos argumentos en muchas ocasiones. Creo en las cuotas como medida para romper los techos de cristal, las defiendo en privado y también públicamente, incluso formo parte de varios proyectos en favor de la igualdad.
Debería ganar el sí. Pero ahí estoy, en una tesitura que pone a prueba mis creencias. Porque todo es diferente cuando eres tú quien se ve reducida a una mera cuota. Me siento un instrumento para maquillar la desigualdad provocada por otras personas.
Al final, acepto.
Sin embargo, sigo teniendo sensaciones encontradas. Por un lado, me decepciona que la desigualdad persista en ciertos eventos, como conferencias o mesas redondas, porque es muy sencillo revertir esta situación. Basta con introducir el criterio de paridad en la búsqueda de ponentes. Al mismo tiempo, me alegra haber tomado esta decisión. Confío también en que sirva como incentivo para que otras mujeres acepten participar en eventos donde el resto de los ponentes son hombres. Las cuotas siguen siendo necesarias. También lo es que las mujeres ocupemos espacios de visibilidad.
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Muchas veces pienso en “cuotas”. Cuota no deja de ser lo que se paga por “pertenecer” a algún “corpus social”. A veces la pagan mujeres, otras veces “leales afiliados”, en ocasiones “personas en riesgo de exclusión”. Siempre la “cuota”, este tipo de cuota, es un pago. Y siempre es injusto, porque elude el derecho de las personas que, por su capacidad y competencia personales, deberían pertenecer a ese “corpus”. Mujeres con extraordinarias capacidades de liderazgo, personas con minusvalías físicas de extraordinariia inteligencia, personas marginales que luchan por sobrevivir. Su presencia nunca debería ser un pago, sino un reconocimiento.
Esti, comprendo tu sentimiento. Pero no te dejes llevar por el desánimo. Más allá de la “cuota” es seguro que estubiste allí por derecho propio.
MUn abrazo.
[…] opinión en público o aceptar que nos han ofrecido una oportunidad por nuestra valía y no por la cuota de ser mujer. Aplicamos aquello de “en comunidad no muestres habilidad” pero de manera constante, […]