Give piss a chance
septiembre 6, 2016 en Desprogramando, Doce Miradas
El verano va quedando atrás. Y con él, las largas tardes que nos invitan a compartir tiempo y cervezas con nuestra gente. Y claro, tanta terracita y tanta cerveza, agua y sangría implica utilizar con mayor asiduidad el baño. El baño de cafeterías, restaurantes y bares. Yo soy de ir mucho a muchos baños.
El derecho (y privilegio) de defecar con seguridad y dignidad
Hoy me toca esperar en un baño de un bar de Bilbao. En esta laaaarga espera recuerdo la infinidad de baños, letrinas y «otros lugares» que he visitado. Y me hago cargo de que ésto también es un privilegio de unos pocos. Durante los viajes que he hecho a a la India rural, me hacía consciente del «lujo» que supone disponer de un baño. En la India un 48 por ciento de la población no dispone de baños propios y defecan fuera de sus casas; según el Banco Mundial esta cifra, asciende a nivel planetario, a mil millones de personas. Y eso, en el caso de las mujeres va ligado a situaciones de acoso, asaltos y violaciones. El 70 por ciento de los asaltos sexuales en el Estado de Delhi se producen cuando las mujeres van a hacer sus necesidades en la calle o en el campo. Existe una relación directa entre la igualdad de genero y la salubridad. Poder cagar y mear con dignidad y seguridad está al alcance de pocas personas. Una vez más.
No hay decisiones visuales neutrales
Sigo esperando. Vuelvo aquí. Miro la larga cola que se extiende ante mí. Llevo veinte minutos. No voy a entrar a profundizar en las razones que llevan a muchos de estos lugares para desplegar los mismos recursos para hombres y mujeres, añado: cuando conviene. Siempre, y repito siempre, hay más cola en el baño de las mujeres. Bajar y subir pantalones lleva más tiempo que bajar y subir la cremallera. Y a eso le sumas que los y las niñas entran mucho más con sus madres, tías y abuelas. Y sumas que en la gran abrumante mayoría el cambiador de los bebés también está en la de mujeres (me han contado que en algún caso está en la de hombres, pero yo no he visto nunca ninguno…). Pues eso. A esperar toca. Otra vez.
Diez minutos más tarde. Ahí están. Los letreros que indican «el lugar que le corresponde a cada quien». En la conferencia que acabo de estar en Washington DC, Scott McCloud nos decía: «there are no neutral visual decisions» (no hay decisiones visuales neutrales). La manera en la que mostramos y visualizamos las imágenes y los espacios define imaginarios, construye realidad y puede generar igualdad, desigualdad y a veces desconcierto (¿a cual carajo hay que entrar?). Las imágenes amplifican la identidad y los significados. Y es que la visualización de los baños públicos va más allá del derroche de creatividad de quienes deciden el icono, la imagen que define la segregación de géneros y es uno de los modos más básicos de mostrar y reforzar la dicotomía entre lo masculino y lo femenino y discriminar al colectivo de personas transgénero. Elegir la imagen para un acto tan cotidiano como ir al baño es, además de ser una decisión estética, una decisión ideológica. Es política.
Y en esto, no es cosa de hablar… es cuestión de visibilizar . A las imágenes me remito. Juzguen ustedes mismas, ustedes mismos…
Micromachismos cotidianos. Aquí huele a…
Creatividad en pro de igualdad…
Pues eso. Que esto de ir al baño trae… cola.
Veinte minutos…Y yo sigo esperando.
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Nota: algunas de las imágenes que aquí os he compartido provienen del grupo de Facebook/ iconos de vater. Una iniciativa colectiva para recoger de manera espontánea la iconografía de los baños con la que nos topamos cada día.