Mujeres en estado de alarma
17/03/2020 en Doce Miradas
De repente el sistema se ha parado. Ya no van los menores al colegio, la economía se resquebraja y muchas personas estamos recluidas en casa, teletrabajando y solamente salimos para ir a trabajar y para comprar lo necesario.
Desde que hemos visto llegar la amenaza real del coronavirus a nuestras vidas estamos viviendo días convulsos. Primero fue el cierre de colegios, y después la declaración del estado de alarma por parte del Gobierno de España, que nos ha obligado a un confinamiento masivo sin precedentes desde que nací.
Esta situación excepcional, de la que seguramente nos quedan muchos días por delante, hace aflorar una vez más la vulnerabilidad que sufrimos las mujeres respecto al tema de los cuidados. Según el último informe elaborado por Oxfam Intermón, las mujeres realizan más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado, y constituyen dos terceras partes de la mano de obra que se ocupa del trabajo de cuidados que sí está remunerado.
En los casos de las parejas con menores a cargo, en estos días es bastante habitual que sea la mujer la que renuncie a trabajar, consecuencia de los estereotipos de género y el sistema patriarcal en el que vivimos, en el que el hombre «tiene un trabajo más importante o mejor remunerado». Por ejemplo, a nadie le extrañaría que una mujer le dijera a su superior que es ella la que se queda en casa, y no su marido. Pensar en la situación contraria…¿por qué nos extraña?
Una vez más, nos toca cuidar de los niños y niñas, personas ancianas y otras dependientes. Incluso, en el caso de muchas mujeres que son empleadas de hogar, trabajan en residencias, cuidan de personas dependientes o son personal sanitario (trabajos muy feminizados), tienen que cuidar enfermos con el virus o con síntomas, multiplicando su exposición a contraer la enfermedad, y agravando esta vulnerabilidad.
Mientras suben de manera exponencial el número de personas contagiadas, más son las personas que, a través de redes sociales como Twitter, tiran toda su bilis culpando al movimiento feminista y al Gobierno de la propagación del Covid-19 por haber organizado o permitido las movilizaciones del 8M.
Yo no me arrepiento de haber salido a la calle en Galdakao durante ese día a reivindicar la igualdad. Había que hacerlo. Es cierto que quizás aún no veíamos la que nos iba a venir encima, pero no es menos cierto que si echamos la vista atrás, durante esos días hubo cientos de eventos que pudieron contribuir a la expansión del virus, y los que no se han criticado tanto: partidos de fútbol (con jugadores y afición desplazándose incluso a otros países), conciertos, celebraciones religiosas, mítines políticos, etc. De hecho, muchas de las personas que han utilizado el 8 de Marzo como arma arrojadiza contra el movimiento feminista, hasta hace muy poco ni se planteaban suspender los actos de la Semana Santa. ¿ESO ES COHERENCIA?
Pero, sin tratar de quitar la importancia que tiene a los temas planteados anteriormente, hay otra circunstancia que me preocupa especialmente durante este confinamiento: la violencia de género.
ONU Mujeres advierte: «Las desigualdades de género empeoran ante cualquier crisis y esto incluye que aumenten los niveles de violencia sobre las mujeres».
Y es que a nadie se le escapa que el aumento del tiempo de convivencia, implica un casi seguro repunte en casos de violencia de género, tal y como ocurre en vacaciones o en Navidad. Ha ocurrido en China, y está ocurriendo también en Italia con las cuarentenas.
Pienso en esas mujeres que quizás nunca hayan denunciado (o si), pero que sufren a diario el acoso y la violencia verbal, emocional e incluso física de sus agresores con los que viven. En muchos casos, ahora deben estar 24 horas con esa persona, y mucho me temo que esta situación generará que aumenten los casos de violencia hacia ellas. Se justificarán diciendo que es el stress de la situación, o la enajenación mental que sufren por no “salir a despejarse”.
Ya no tendrán esos momentos de respiro que les daba salir a trabajar fuera de casa, dar un paseo o ir a la cafetería a leer un buen libro. O cuando su pareja se pasaba buena parte del día fuera de casa, para ir a trabajar, ver el fútbol con sus amigotes o beber sus cervezas en el bar. Y aunque a veces viniera borracho y más agresivo, por lo menos respiraba durante unas horas antes de sufrir la violencia y la humillación cotidiana.
No se si alguna mujer en esa situación estará leyendo este post, ojalá. Qusiera recordar que en Euskadi tenemos un servicio especializado para mujeres víctimas de la violencia de género, SATEVI, que cuenta con atención telefónica 24 horas en el número 900840111, y que por supuesto no deja rastro en la factura telefónica. Para el resto de las comunidades autónomas, sigue activo también durante estos días el 016.
Pero claro, un problema añadido a esta situación es que es más difícil encontrar un momento de estar sola para llamar a estos servicios y denunciar malos tratos. Muchas mujeres no lo harán por miedo, y porque lamentablemente los justificarán por la excepcionalidad del momento. Por eso es más importante que nunca estar alerta también ante los casos de violencia que podamos intuir por los golpes o gritos que escuchemos en los pisos de nuestras vecinas e intervenir.
Aunque sea desde nuestras casas, la lucha sigue. Muchas mujeres viven y conviven en estado de alarma.
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