Hacia una política feminista
10/01/2017 en Miradas invitadas
Mireia Espiau (Algorta, 1974). Estudié CCPP y Sociología e hice estudios de postgrado en estudios de Género y Desarrollo. Comencé trabajando en el ámbito de la cooperación internacional aquí y allá, donde fui consciente de la necesidad de volver a mirar el mundo desde otros lugares. A partir de entonces, he tratado de leer, imaginar e incidir en mi realidad cercana y lejana para transitar hacia modelos y sistemas más inclusivos, sostenibles y saludables.
La mayor presencia de mujeres en la vida política institucional está conllevando numerosos debates sobre lo que simboliza esta nueva realidad. De las distintas miradas desde las que se puede enfocar este tema: los obstáculos de las mujeres en el acceso a la política, las críticas sexistas que reciben las mujeres políticas, la utilidad e idoneidad de las cuotas…, por motivos de espacio voy a tratar de centrarme en una cuestión que nos permita imaginar nuevos escenarios ¿qué oportunidades nos abre para una transformación feminista de la política y qué condiciones deben existir para que ésta se produzca?
En mi opinión, la mayor presencia de mujeres en el ejercicio de la política institucional abre enormes posibilidades, pero es necesario estar vigilantes de que se atienda a una serie de condicionantes que hagan posible una verdadera transformación feminista de la política. Estas condiciones, además, deben darse de forma simultánea porque unas sin otras no van a posibilitar lograr el propósito. Para facilitar su abordaje, voy a tratar de hacer referencia a 4 planos que se retroalimentan entre sí: estética, cultura, ética, y agenda.
En primer lugar, podríamos atender al plano estético. La mayor presencia de mujeres en el desempeño de la actividad política institucional significa, cuanto menos, una composición más equilibrada de la representación social y una garantía del derecho de las mujeres a estar representadas. Además, facilita imaginarios para las nuevas generaciones donde su presencia deja de tener un carácter de excepcionalidad. Sin embargo, igual que en el resto de ámbitos, somos conscientes de que el hecho de que haya más mujeres en ningún caso garantiza cambios de agenda o prácticas desde perspectivas feministas.
Es por eso que es necesario combinar la existencia de una masa crítica que posibilite el cambio con el análisis de otros planos, como el de la cultura, entendiendo ésta como el conjunto de creencias, actitudes y valores que se entienden como compartidas en un marco concreto. Las mujeres acceden a la política en un marco preestablecido creado por y para otros y donde ellas (y algunos ellos), a menudo se sienten (y se perciben) como extrañas, incluso cuando lo hacen de la mano de algún padrino o mentor que les facilita el conocimiento de los códigos y espacios clave para desenvolverse en ese ámbito. Se trata de códigos androcéntricos no siempre formales y escritos, a aquello que no hace falta decir, a lo que se da por supuesto, y por lo tanto, es más difícil enfrentar. Esta sensación de que el espacio político ES y no tanto de que LO HACEMOS, lleva en muchos casos a vivir el desempeño de cargos con enorme frustración, confundiendo los marcos patriarcales con incapacidades personales. La perspectiva androcéntrica atraviesa la mayoría de los espacios de poder, y la política, no es una excepción. Es difícil, pero también imprescindible, que las mujeres puedan ejercer su capacidad de agencia para cuestionar y transformar estos marcos hacia otros inclusivos y transformadores.
Ante esta situación, a las recién llegadas se les presentan dos opciones: aprender las reglas, en cuyo caso se les critica por “masculinas”, o intentar funcionar conforme a códigos propios. Si bien ambas opciones tienen un coste personal importante (y la segunda, también político), los imaginarios que ésta última alternativa nos aporta genera otros referentes que son necesarios. Podríamos pensar, por ejemplo, en modelos de liderazgo fuertes pero amables y democráticos donde se distinguen autoridad y poder al cual se accede con la única pretensión de generar cambios. Formas de hacer diferentes no por biología sino por experiencia de vida y por la propia socialización de género.
Con esto no quiero pecar de esencialista, dejando entender que a las mujeres les corresponde una forma concretar de hacer política. No se trataría de impulsar la política de las mujeres sino otra forma de hacer política que saque de la invisibilidad formas, contenidos, voces y lugares a los que no se les ha dado autoridad y que son mucho más conciliables con la vida.
Pero este salto no se puede hacer de forma individual. Son necesarios pactos entre mujeres para poder transformar las formas, y también los fondos. Y será necesario hacerlos con mujeres que estén dentro y fuera del ámbito institucional, ya que otra cuestión clave es la de la legitimación de los espacios donde se hace la política.
Pero estas alianzas con otras mujeres deben partir de un tercer marco: el de la ética feminista. Es importante establecer pactos que incluyan un reconocimiento de la autoridad y del quehacer de las otras, asumiendo que cada una es una pieza importante y fundamental y que los pactos deben tejerse en espacios de confianza y seguridad donde se crean vínculos y unas a otras se sostienen en la tarea.
Lo que aquí se propone en todo caso, no son pactos de mujeres por el hecho de serlo, sino pactos basados en un propósito común que no es otro que transitar a una nueva política que ellas también creen y recreen. Y es aquí donde es necesario mirar el cuarto marco, el plano de la agenda, que no puede ser otro que el de la agenda feminista: eliminar el sexismo de la política y poner el feminismo en el centro de la agenda.
Los contenidos de la agenda deben incluir, por un lado, las reivindicaciones históricas de los derechos de las mujeres: vidas sin violencia, derechos sexuales y reproductivos, igualdad salarial… y algunos otros que la socialización de género incorpora en el CV de muchas mujeres (sin reconocimiento y mucho menos redistribución) y que pone en agenda cuestiones de la gestión de la vida cotidiana. Temas como el sostenimiento de la vida y el cuidado de las personas, que son precisamente factores generadores de desigualdad para las mujeres, y que deben ser resignificadas y redistribuidas en el marco del bien común. Cuestiones que deben pasar de estar en los márgenes a situarse en el centro de la agenda. “El país de las mujeres” de Gioconda Belli nos da la oportunidad de imaginar un proyecto político que incorpora algunos de estos elementos.
En definitiva, lo que he pretendido aportar a los debates actuales sobre la feminización de la política, es que la mayor representación de las mujeres en la política institucional no asegura, pero sí facilita, crear las condiciones para su transformación feminista, y que, para poder llevarse a cabo, debiera pasar porque pudieran tejerse pactos desde una ética feminista que garanticen el desarrollo de una agenda mínima común. Que, para ello, no podemos dejar de ser conscientes de las posiciones materiales y simbólicas diferentes que se dan entre las propias mujeres y de la dificultad y costes que pueden generar y que debieran abordarse desde una ética de reconocimiento, cuidado y apoyo mutuo.
Seguramente sea necesario iniciar este camino con pactos sencillos entre algunas pocas mujeres que posibiliten la generación de confianzas y pequeños logros que muestren que es posible y merece la pena. Porque algunas lo hicieron antes, no sin enormes costes personales, sociales y políticos, y gracias a ellas, otras están. Y éstas, tienen el imperativo moral de reconocerlas dejando el camino más avanzado para las que vendrán.
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Mireia, he esperado con ganas que llegara el martes para poder leerte. Ne ha parecido muy interesante tu artículo, que aporta además claves para ponerse «a la labor». Ojalá podamos seguir profundizando en nuevas formas de hacer política, que resulten coherentes con nuestro ideario feminista… ojalá la política esté al servicio del feminismo. Muxuk
eskerrik asko, Reina!!;-) Vamos dando pasitos en profundizar y poner en práctica esas claves. Un ejmeplo de ello es Virginia Woolf Basqueskola que se concibió como uno de los espacios para ir haciendo práctica y reflexión colectiva con aportaciones como las tuyas. Desde éste y otros lugares, seguimos haciendo camino…Mxk
Mireia, he esperado con ganas que llegara el martes para poder leerte. Me ha parecido muy interesante tu artículo, que aporta además claves para ponerse «a la labor». Ojalá podamos seguir profundizando en nuevas formas de hacer política, que resulten coherentes con nuestro ideario feminista… ojalá la política coadyuve a la sensibilización y concientización feminista. Muxuk
Enhorabuena por el post Mireia. Estoy segura que se te ha quedado corto para todo lo que tú conoces sobre este tema. Es un buen inicio para reflexionar sobre las mujeres en política y tal como planteas sobre las oportunidades que ello implica para una transformación feminista de la política.
Y coincido contigo en que el reto es conseguir “tejer pactos desde una ética feminista para garantizar una agenda mínima común.”
Las mujeres políticas tienen en común haber sido elegidas por la ciudadanía, pero el reto es explorar si existen además visiones y discursos compartidos que al margen de las ideologías partidistas a las que pertenezcan las unifique en objetivos comunes sobre los que marcar agenda. Es lo que hemos sido capaces de hacer muchas veces desde el movimiento feminista.
Es la apuesta, como bien comentas, de Virginia Woolf Basqueskola. Un proyecto ilusionante en el cual poder dar pasos en esta dirección.
Eskerrik asko. Muxuk.
Sí, Elo… creo que se están construyendo discursos, prácticas y estrategias desde distintos lugares…momento de oportunidades…¡¡estemos atentas!!
Eskerrik asko!! Mxk
Excelente post Mireia, con las ideas y prioridades muy claras. Ojalá veamos cada vez más cómo estos cuatro factores que señales se van potenciando entre sí para que cada vez más mujeres, y más feministas incidan sobre la política, por el bien de todas las personas.
Un fuerte abrazo
Eskerrik asko, Chris!!
Ahí vamos…Visto el recrudecimiento de las actitudes y comportamientos machistas y la difusión masiva de estereotipos negativos sobre las mujeres políticas, creo que algo se está moviendo en reacción a algunos avances en este tema. En esta cuestión, por ejemplo, creo que los pactos podrían ser claves para reaccionar ante las críticas sexistas dirigidas a mujeres políticas por parte de compañeros de partido.
Mxk
Muy interesante los 4 planos planteados. Me gusta la idea de los pactos sencillos que generan confianza y pequeños logros. Vamos allando el camino.
Oso ona!
Elena
[…] *Este post apareció originalmente en el blog Docemiradas.net […]