Ya sois iguales ¿qué más queréis?
21/10/2014 en Miradas invitadas
Iñigo Lamarca es ahora Ararteko en funciones, 10 años después de que fuera nombrado Defensor del Pueblo Vasco allá por 2004. En el desempeño de su responsabilidad al frente de la Oficina del Ararteko, Lamarca ha puesto particular énfasis en la evaluación de las políticas públicas, en la defensa de los derechos sociales, de la inclusión y cohesión sociales, y del respeto a la diversidad y la diferencia, así como en la atención y protección de los colectivos que tienen obstáculos o algún elemento de vulnerabilidad para ejercer en términos de igualdad sus derechos.
Esta expresión la he oído alguna vez en ocasiones en los que ciertos hombres se sienten en condiciones de hablar desde lo más profundo de su pensamiento y cargan contra las demandas de igualdad real entre mujeres y hombres con el argumento de que aquéllas ya son iguales ¿Qué más quieren?- braman a modo de corolario de su razonamiento corto desprovisto de datos.
La Constitución española tuvo el gran acierto de distinguir entre la igualdad formal ante la ley y la igualdad real y efectiva. Dice el artículo 14 de la citada carta magna que todas las personas somos iguales sin que quepa discriminación alguna por razón de sexo, raza, nacimiento, religión, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social (es decir, orientación sexual, identidad de género, pertenencia a una minoría cultural, etc.) Pero hay una disposición anterior, la novena, que proclama la igualdad real y efectiva entre todas las personas para lo cual fija un deber para todos los poderes públicos: remover los obstáculos que impidan ejercer plenamente ese derecho. De aquí deriva la obligación de que existan políticas públicas eficaces con el fin de derribar los obstáculos que están impidiendo el derecho a la igualdad real y efectiva de las mujeres.
Hay numerosos datos estadísticos que sostienen las afirmaciones que voy a formular seguidamente y por tanto no veo necesario aportar información. Me voy a centrar en el ámbito laboral, en el que las mujeres tienen empleos más precarios, salarios más bajos, y tienen más dificultades para acceder a puestos directivos. Las fotografías de las reuniones de los consejos de administración de las empresas más importantes del Ibex 35 de la Bolsa resultan demoledoras: la presencia de las mujeres es insignificante. Pero también lo es en las reuniones del Ecofin europeo, del Foro Anual de Davos, del G-20, del Consejo de Seguridad de la ONU, de los mediadores y verificadores del proceso de paz de Euskadi, de los defensores del pueblo o de los rectores. Es cierto que se han producido avances pero la ocupación de puestos de la máxima responsabilidad en el mundo de la empresa, de cargos públicos de alta relevancia o la promoción interna en el ámbito laboral-profesional es todavía, en gran medida, cosa de hombres. Y, sin embargo, en los estudios universitarios o en las oposiciones muchas mujeres están obteniendo resultados magníficos, en numerosas ocasiones superiores, en términos porcentuales, a los de los hombres. La pregunta correcta no es, pues, ¿qué más quieren? sino ¿qué está fallando?
A mi modo de ver, no están funcionando debidamente dos ámbitos que son esenciales para la consecución de la igualdad real y efectiva para las mujeres. El primero de ello es el relativo a la educación en valores. Hay que reconocer que en la escuela se han producido avances muy importantes y que la Administración educativa vasca, junto con los berritzegunes y con los excelentes maestras y maestros, profesoras y profesores que trabajan en las escuelas vascas, ha creado programas y materiales para incidir en la promoción de los valores de igualdad. Pero no es suficiente a la luz de los datos que arrojó el informe sobre valores del Ararteko en 2009. El sexismo y los roles de género siguen estando presentes, en un porcentaje muy significativo, en los valores y en la visión del mundo de nuestros niños, niñas y adolescentes en la Euskadi del siglo XXI.
El citado informe analiza, además de ofrecer datos de un amplio cuestionario hecho a niños y niñas de entre 8 y 16 años, las vías de transmisión de valores y concluye que de los cuatro ámbitos que inciden claramente en la transmisión y aprendizaje de valores (a saber, la familia, la escuela, los grupos de iguales –amigos y compañeros de escuela y de actividades extraescolares-, y los medios de comunicación y el mundo de internet y de los videojuegos) la familia sigue ocupando un papel central.
Hay que reconocer que desde las políticas públicas no se puede intervenir en el ámbito privado de las familias, pero hoy día hay dos elementos que forman parte de las familias, con los que los niños y las niñas interactúan más, en muchos casos, que con sus padres o madres: la televisión e internet. Es seguro que los poderes públicos pueden hacer más para que los contenidos de los programas televisivos, de los dibujos animados, de los videojuegos, o de las páginas web erradiquen por completo cualquier signo de sexismo y de machismo y, por el contrario, promuevan valores de igualdad entre mujeres y hombres. Se me podrá objetar que en la inmensa mayoría de los casos esos contenidos son creados por empresas privadas y que el mercado es libre para hacer lo que quiera. Contraargumentaré diciendo que los poderes públicos pueden –y deben- condicionar la actividad de las empresas privadas en el ámbito que estamos comentando poniendo límites mediante la ley, regulando las emisiones de contenidos que pueden visionar los menores de edad, introduciendo en las políticas fiscales la variable del respeto y promoción del valor de la igualdad entre mujeres y hombres, mediante la política de subvenciones, etc.
Resulta, por otra parte, muy importante (por el efecto que tiene en la pedagogía social) que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde en ámbitos de fuerte impacto social: me refiero al deporte y a las fiestas populares. Se puede y se debe hacer más para que los niños y niñas vean que es tan importante, por lo que a su presencia mediática, pública y social se refiere, una deportista o un equipo femenino que un deportista o un equipo masculino. Soy consciente de que el fútbol practicado por hombres acapara un porcentaje muy elevado del espacio social y mediático que tiene el deporte, pero seguro que se puede hacer más para darles mayor proyección social y mediática a las mujeres deportistas.
En el espacio público de las fiestas de los pueblos y ciudades se visibiliza ante los chavales y chavalas el papel que los hombres y las mujeres desempeñan en la sociedad. Si las mujeres no pueden portar una escopeta, tocar el tambor o participar en una comida popular, difícilmente podrán, en el imaginario que van construyendo los menores de edad, ocupar un lugar equiparable a los hombres en la familia, en la empresa o en las instituciones públicas.
Me he referido anteriormente a dos ámbitos muy importantes para la igualdad entre mujeres y hombres. Podríamos seguir hablando del primero de ellos, pero no me quiero extender mucho y deseo abordar el segundo de ellos. Se trata de la conciliación entre la vida familiar y personal y la laboral. Es constatable que, aun cuando muchos padres de las generaciones jóvenes han asumido con ganas –o se muestran dispuestos a hacerlo- las tareas derivadas de la corresponsabilidad parental, todavía son las madres las que se ocupan, en una proporción mayor, de la crianza de los hijos e hijas. Ello repercute negativamente en las condiciones laborales de muchas mujeres. En el campo del trabajo por cuenta ajena, abundan las contrataciones a tiempo parcial, o no se opta a puestos de responsabilidad. Por lo que se refiere a las profesionales autónomas o empresarias, cabe decir que en muchas ocasiones se sacrifica la maternidad o la progresión profesional o se reducen los ingresos y las posibilidades de crecimiento empresarial o profesional por la limitación de la jornada laboral para hacerla compatible con la vida familiar.
El Ararteko ha hecho público recientemente un informe extraordinario sobre las políticas familiares, en el que la conciliación ocupa un lugar central. Se analizan las políticas públicas de otros países y se formulan propuestas concretas para mejorar las condiciones de la conciliación, relacionadas con los permisos de maternidad y paternidad, con las escuelas infantiles de 0 a 3 años, con el cuidado y la crianza de los niños/as, con las políticas fiscales, etc. Debiéramos asumir que la crianza de los niños y niñas, como ocurre en muchas tribus sabias de África, es responsabilidad de toda la comunidad, de toda la sociedad, por tanto de cada uno de nosotros y nosotras a través de una herramienta fantástica creada en la Europa del Estado social: las políticas públicas.
El trabajo en pro de la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres no se circunscribe a los ámbitos a los que me he referido en los párrafos precedentes. Me propongo finalizar esta colaboración para no superar una extensión razonable, pero no quiero dejar de mencionar, en relación con el derecho a la igualdad real y efectiva de las mujeres, los siguientes temas: la violencia machista, abominable y terrorífica o terrorista; la necesidad de poner más medios para la investigación y el tratamiento de determinadas enfermedades (la fibromialgia, la fatiga crónica y algunas de las denominadas enfermedades raras) que afectan sobre todo a las mujeres; el porqué de la casi invisibilidad de las mujeres lesbianas en el foro público; la necesidad de garantizar la libertad y la autodeterminación de las mujeres en relación con los embarazos, permitiendo el aborto según una ley de plazos y profundizando en la educación sexual; o las cuantías insuficientes de las pensiones de la gran mayoría de las mujeres mayores.
Y quiero también mencionar la necesidad de trabajar en el campo de la defensa de los derechos más básicos de las mujeres en muchísimos países del mundo donde su dignidad es mancillada y pisoteada cada día, donde viven en condiciones de semiesclavitud o donde se practica el feminicidio. España debería ser más activa en esta materia en los foros europeos e internacionales y debería, en el plano interno, ampliar y facilitar el derecho de asilo para las activistas o las mujeres amenazadas de muerte o que son perseguidas.
Deseo felicitar, finalmente, a las mujeres que gestionan este magnífico blog y agradecerles que me hayan ofrecido aportar a Doce Miradas esta colaboración.
Latest posts by Doce Miradas (see all)
- Pause - 29/09/2020
- El diseño de servicios como nuevo enfoque para atender una pandemia invisible: el maltrato psicológico - 15/09/2020
- Distinción de género - 14/07/2020
Gracias Iñigo por tu post apostando por la igualdad. Como la campaña #HeforShe, si trabajamos juntos en vez de hacer una guerra de sexos, avanzamos más rápido y mejor.