¿Literatura de mujeres?
03/03/2015 en Miradas invitadas
Soy Elena Sierra, licenciada en Ciencias de la Información y colaboradora de los periódicos El Correo y Bilbao. Como leo rápido, me especialicé en Cultura-Libros. De vez en cuando escribo algún guion, organizo alguna jornada o escribo alguna nota de prensa (la mayor parte de esto lo hago en colaboración con la empresa Biografías Personales), pero fundamentalmente leo, pregunto y escucho. Intento que las preguntas sean siempre más cortas que las respuestas porque creo que es un buen camino hacia el conocimiento; también creo que si se dejara escribir y hablar más a las mujeres en los medios, todo sería mejor.
Me he equivocado de libro, pensé, sentada en la estación de autobuses.
Punto uno: voy a una ciudad en fiestas y a ver a mis sobris, y este es un libro de muerte y duelo. Pero en circunstancias normales, eso no tendría importancia y hasta me haría gracia, por resumir tan bien lo que somos.
Punto dos, y éste sí: es un libro sobre la muerte de un hijo, la ruptura de una pareja y el dolor, y está escrito por un hombre.
Y allí, sentadita en la estación, casi en off, me activé y me puse a pensar en otras cosas que, como todo está conectado, acabaron siendo la misma cosa.
El día anterior habíamos estado hablando de amor y de hablar del amor; para ser más exacta, había que presentar un libro sobre el amor, o sobre las relaciones -no, no es lo mismo, aunque te digan que sí-, y para hacerlo nos habían invitado a tres mujeres. Con la autora éramos cuatro. Habíamos reflexionado sobre eso, sobre el hecho de que para presentar a una mujer y su libro sobre las relaciones nos hubieran invitado a tres mujeres más… Ya se sabe, son nuestras cositas. Aunque hay que decir que el libro se salía un poco de ‘la norma’. Tanto, que alguien dijo que algunos cuentos de la autora en cuestión eran para hombres o masculinos, y yo tiemblo, pero es otro tema.
Allí estaba yo, con el libro de un autor que me gusta mucho, cuyas frases releo nada más leerlas, dándole vueltas a la etiqueta. La de literatura de mujeres. Para mujeres. Este libro tenía, en teoría, todas las papeletas para ser catalogado como tal. Ay, madre, sentimientos, emociones, lágrimas, relaciones en peligro, la figura del hijo. ¡El hijo! (Este también es otro tema, me estoy liando)
Excepto una papeleta, la más grande, el as, la vacuna: su autor es un hombre y parece que inmediatamente está salvado de caer en ese montón. El de la prevención, el de si ers hombre, no te gustará; el de si de verdad te gusta leer, esto no es para ti. Esto es solo literatura para mujeres.
Miré la faja -sí, la faja- y leí: «Una de las apuestas más personales y valiosas de nuestra prosa actual», «Excelente escritor», «El mejor exponente de su generación», «Uno de los escritores decisivos de la nueva narrativa española». Me pregunté si eso se escribiría si quien hubiera escrito esta historia de pérdida hubiera sido una mujer.
Me respondí que no. Tristemente, no.
No habría salido del montón de la prevención. Probablemente habría sido publicado por otro tipo de editorial, con otro tipo de portada, y otro tipo de reclamos. Algunos pensarían que no iba con ellos, como algunas pensarán que este libro del que hablo no sería de su gusto. La etiqueta funciona. Divide (en dos), desprecia y reduce (a una, mientras tiene el poder de ensalzar al otro sin tener que mencionarlo siquiera), te convence de algo que no es real. He leído varios best-sellers que entrarían, por lo que creo deducir tras décadas de lecturas, en la categoría de libros para mujeres, pero que se venden como libros sin más y en estanterías de géneros sin más (espías, historia); es decir, si llegan a ser despreciados es porque son un rollo o están mal escritos y no porque, de entrada, son para mujeres y están escritos por mujeres.
Leo. A veces cuando me preguntan qué hago, respondo que leo. Me parece más definitorio de mí que mi trabajo: leo y aprendo, leo y me planteo, leo y pienso, leo y muto, y cuanto más leo, más quiero. Por supuesto me fijo en los nombres que hacen posible la existencia de las novelas y los ensayos y los poemas que leo, pero no son la razón en la que baso mis elecciones. Si es un hombre o una mujer, no me importa (a no ser que ya haya leído algo suyo anteriormente, a no ser que haya leído algo sobre su historia que me parezca maravilloso). Me niego a asumir esa separación que parte de una concepción sexista de todo, y del desprecio sistemático de una parte o lo que se asocia eternamente a ella, porque todo está conectado.
Y sin embargo, confieso: me descubro cada vez más buscando nombres de mujeres en las portadas de los libros que elijo, porque estoy hasta el moño de que me digan que no pasa nada, que es algo natural que sus obras no estén en las listas, ni sus culos en las academias, ni sus firmas en los suplementos culturales, ni en sus cuentas corrientes los importes de los premios porque no dan la talla. Ya, ya.
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