Feminismo y empoderamiento de las mujeres
29/07/2014 en Miradas invitadas
Elo Mayo es experta en políticas de Igualdad de mujeres y hombres, mediadora intercultural y trabajadora social. «Pero ante todo -dice-, me siento Feminista desde que allá por los años 80 entré a formar parte de este movimiento». Durante el periodo 2007-2011, fue directora de Promoción Social en la Diputación Foral de Álava, como responsable de las Políticas de Igualdad, Inmigración y Cooperación al Desarrollo. En la actualidad, además de otras iniciativas, coordina la Escuela para la Igualdad y el Empoderamiento de las Mujeres, dependiente del Servicio de Igualdad del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz.
Doce Miradas os definís como “mujeres con sueños que imaginan una sociedad diferente y reclaman un espacio común para mujeres y hombres en un mundo más justo e igualitario”.
Ha sido vuestra presentación, lo que me ha motivado para escribir mis reflexiones en torno a dos conceptos importantes para mí: El feminismo y el empoderamiento de las mujeres.
Porque si tengo que definirme de alguna forma, lo tengo claro. Soy feminista. Una palabra que resume mi forma de sentir, y que recorre conmigo mi trayectoria vital, tanto en el ámbito personal, como laboral y social. Me considero partícipe de un feminismo en constante cambio y movimiento, ajeno al inmovilismo. Un feminismo con dudas e incertidumbres y que se plantea preguntas continuamente, para conformar un pensamiento crítico que resulta tan necesario en nuestros días.
Considero al feminismo como un movimiento cuyo objetivo es acabar con un sistema opresivo y discriminatorio, y con las conductas no igualitarias que lo sustentan. Por tanto, el objetivo del feminismo que yo reivindico, es conseguir una sociedad en la que las personas seamos iguales, con relaciones respetuosas, felices, de calidad y de buen trato entre mujeres y hombres.
Uno de los objetivos del feminismo, es conseguir que las mujeres seamos seres autónomos, capaces de decidir e independientes. En definitiva: empoderarnos como mujeres. Y ese, es otro concepto que quiero reivindicar.
El empoderamiento. Esa palabra tan “rara” que a algunas mujeres les suena tan mal, mientras que a otras, poco a poco, comienza a sonarles como algo familiar. ¿Pero qué significa? Empoderamiento es un concepto que se ha ido introduciendo en el lenguaje político, quizá debido más a la sonoridad de la palabra, que a su significado. Pero el término se ha ido generalizando con el tiempo, y como todas las palabras, adquiere distintos significados según quién y cómo lo diga, según en qué contexto, qué se quiera decir y a quién, según qué persona lo escuche y, por tanto, se sienta o no incluida en él. Lo mismo ocurre con otros muchos términos, como “democracia”, o “participación”. Incluso con “feminismo”. Cada persona le otorga un significado diferente. Y tal vez no pueda ser de otra manera.
De ayer a hoy
Quiero hoy aprovechar este espacio, para hacer un breve recorrido por los antecedentes que están detrás del concepto. Porque es bueno conocer también la historia de las palabras y de los términos que utilizamos.
Y para ello, recordar aquí que este término que hoy nos parece tan nuevo, fue formulado hace más de dos décadas por las activistas e investigadoras feministas aglutinadas en la Red DAWN-MUDAR[1], una red de mujeres feministas del Sur constituida en 1984 en Bagalore, India. Ellas fueron quienes, analizando la situación de las mujeres se dieron cuenta de las necesidades e intereses de las mujeres pobres, e hicieron de los planteamientos feministas y de la creación de organizaciones de mujeres, los referentes principales de la estrategia para enfrentar la desigualdad de género, a la vez que planteaban la necesidad del cambio de las estructuras económicas y políticas, claves para luchar contra la pobreza y la desigualdad.
Aunque para ser justas, deberíamos reconocer que el origen del término proviene de las luchas de determinados colectivos del siglo pasado, que podemos resumir fundamentalmente en dos movimientos:
– El de los Derechos Civiles para la población afroamericana en los EEUU en los años 60, con un fuerte movimiento de la población negra reivindicando con orgullo su raza, su color, sus derechos, sus orígenes, y construyendo para ello sus propias organizaciones.
– En las aportaciones de la Teología de la Liberación de Paulo Freire, cuyo principal objetivo es partir de la constatación de la realidad de injusticia y desigualdad existente, construyendo herramientas educativas para cambiar su propia situación, siempre partiendo de la organización y participación de las propias personas afectadas.
Pero como decía, fueron las mujeres de DAWN quienes otorgaron al término “empoderamiento”, un significado específico de género. Ellas fueron quienes en 1985, en la III Conferencia Mundial de Nairobi, consiguieron por primera vez que se hablase de empoderamiento a nivel internacional, como una estrategia impulsada por mujeres del sur, con el fin de avanzar y generar un proceso de transformación social.
Y después de Nairobi llegamos a Beijing, a la IV Conferencia Internacional de la Mujer celebrada en 1995, de la que todas habremos oído hablar. Por su importancia, y por haber puesto en marcha dos estrategias claves:
• el mainstreaming de género, definido por el Grupo de expertos del Consejo de Europa como “la organización (la reorganización), la mejora, el desarrollo y la evaluación de los procesos políticos, de modo que una perspectiva de igualdad de género se incorpore en todas las políticas, a todos los niveles y en todas las etapas, por los actores normalmente involucrados en la adopción de medidas políticas.”
• y el empoderamiento de las mujeres, entendiendo “Que el empoderamiento de las mujeres y su plena participación en condiciones de igualdad en todas las esferas de la sociedad, incluyendo la participación en los procesos de toma de decisiones y el acceso al poder, son fundamentales para el logro de la igualdad, el desarrollo y la paz.”
Después de Beijing, el empoderamiento se convierte en una estrategia a incluir en todas las políticas de igualdad, y por ello, la vemos reflejada en los diferentes Planes y Proyectos institucionales.
Pero entonces, ¿de qué estamos hablando? Estamos hablando de un
Proceso
Es un proceso individual, en la medida que supone un proceso personal de toma de conciencia de las mujeres sobre su propia situación, que se inicia a través de una evolución propia, en la que cada mujer toma conciencia de sus propios derechos, de sus fortalezas e intereses, y consolida su autonomía y poder personal. Un proceso que requiere cambio, y como todos los cambios también necesitan su tiempo. Tiempo para reflexionar, para elegir, para desarrollar habilidades, para aumentar la confianza y la autoestima en nosotras mismas, imprescindible para sobrevivir.
Si alguien sabe de autoestima, ese es el movimiento feminista. Un movimiento que frente a la desvalorización social de lo femenino, puso en valor el orgullo de ser mujer, y de contagiar ese sentimiento a otras muchas mujeres, como manera de crear y fortalecer una autoestima colectiva, como base para cambiar la sociedad.
Y es de esta manera como se llega al empoderamiento colectivo. Partiendo de un proceso privado, para llegar a un proceso común, mediante el cual los intereses de las mujeres se relacionan, y se aúnan los esfuerzos y la influencia colectiva, para participar en el cambio social.
Es decir: el empoderamiento, desde un sentido feminista, no termina en lo individual. Sino que transciende al espacio colectivo, de forma que el trabajo realizado desde la individualidad y la subjetividad, le servirá a las mujeres para organizarse en torno a la lucha por sus intereses colectivos, es decir, por sus intereses de género.
Poder hacer
La raíz del término empoderamiento, la encontramos en el verbo “poder”. Verbo con el que, en general, no nos llevamos nada bien las mujeres. Porque normalmente nos hemos acercado a este concepto desde la crítica hacia quienes lo ejercen y desde el rechazo hacia aquellas personas que públicamente ostentan el “poder”. Esto llevó a que muchas mujeres, sobre todo las organizadas, reivindicasen con orgullo que “a las mujeres no nos interesa el poder”. Quizá porque si acudimos al diccionario, lo define como:
“Tener más fuerza que alguien, vencerle luchando cuerpo a cuerpo”.
“Ser más fuerte que alguien, ser capaz de vencerle”.
Pero tal vez esto suceda, porque nos saltamos sus anteriores acepciones:
“Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”.
“Tener facilidad, tiempo o lugar de hacer algo”.
Si partimos de que el poder de “hacer” es esencial para transformar la realidad, ¿cómo es posible que a las mujeres no nos interese? A mí, al menos, sí me interesa. Y creo que nos interesa a todas. Las mujeres deberíamos querer poder. Poder para cambiar la sociedad, para mejorar la vida de las personas.
Y desde el empoderamiento feminista, reivindicamos el Poder “hacer”.
Poder para nosotras mismas (lo que se ha llamado “poder propio”), para aumentar nuestra conciencia sobre nuestras necesidades e intereses, para valorarnos y hacernos valorar, para reivindicar el lugar que nos corresponde. Poder que va unido también no sólo al poder “subjetivo”, sino al acceso a los recursos económicos. Porque sabemos que en esta sociedad la independencia económica es requisito indispensable para sostener los cambios en nuestras vidas. Para poder elegir, para poder “hacer”, para poder decidir nuestro destino.
Poder colectivo, con otras mujeres, con otros hombres. Organizarnos para construir colectivamente una conciencia crítica que vaya más allá de lo individual, y que sea capaz de aunar fuerzas en una misma dirección mediante un proceso colectivo. Y este proceso, este movimiento, debe integrar a la diversidad de mujeres, y a toda la gama de distintas formas de ser personas. Porque no hay una única forma de ser mujer, sino que a todas nos afectan otros muchos factores. La edad, la opción sexual, el lugar de residencia, el estado familiar, la condición laboral, el nivel de ingresos, la pertenencia étnica, las discapacidades, la experiencia política, las creencias religiosas… Somos infinitas mujeres.
Por ese motivo, crear una conciencia colectiva nunca debe conllevar anular la pluralidad existente, ni subordinar o poner por encima unas opresiones a otras. Por el contrario, esta creación requiere de una capacidad para reconocer, validar e integrar las experiencias particulares y de grupos específicos de mujeres, en el sistema de relaciones desiguales de género. También precisa de una voluntad política que permita diseñar estrategias de actuación alrededor de las necesidades e intereses de esos distintos colectivos.
Afianzar la conciencia colectiva, pasa por la creación de estructuras organizativas que puedan mantener en el tiempo la energía y entusiasmo femeninos. La capacidad para sostener y consolidar sus grupos, es uno de los indicadores centrales para medir el avance de este nivel de empoderamiento de las mujeres.
Y poder también para influir, para transformar las relaciones, estructuras e instituciones que nos limitan, y que perpetúan la situación de subordinación de las mujeres. Esta dimensión del empoderamiento es fundamental desde el feminismo.
Porque conlleva que las mujeres se empoderan mediante su participación activa en todos los ámbitos donde se toman decisiones relevantes para ellas y sus colectivos de pertenencia. Participación que no se reduce a “estar oyendo a otros” sino que busca dar a conocer sus intereses, y promover su propias agendas reivindicativas, poner en marcha estrategias para modificar leyes y políticas, aportar y defender sus visiones y alternativas a los problemas generales, construir liderazgos feministas fuertes y diversos… En definitiva: incidir políticamente en y desde las instituciones.
Es necesario rescatar este significado transformador, rompedor y feminista que tiene el concepto de empoderamiento, si queremos que sea una herramienta útil para las mujeres. Para todas las mujeres. Porque si algo sabemos, es que es aún más necesario para aquellas que están en peor situación, y por tanto, quieren y necesitan hacer un proceso individual y colectivo, para mejorar su posición en el mundo. Trabajar con este enfoque, nos tiene que servir para pensar ante todo en todas las mujeres, en sus necesidades y en sus capacidades, sabiendo que todas podemos.
“Poder” y “hacer”, no son un mismo verbo. Pero quizá deberían serlo [*].
Notas
[1] DAWN es la sigla de Development Alternatives with Women for a New Era. Alternativas de Desarrollo con Mujeres para una Nueva Era.
[*] Si os quedáis con ganas de profundizar en este tema, os recomiendo el libro “Reflexiones Feministas sobre el empoderamiento de las mujeres”, de Clara Murguialday. Y os animo también a consultar el “Dossier 05 Feminismos” de la revista Galde en el que podréis acercaros a la diversidad de enfoques teóricos e ideológicos que existen en la actualidad dentro del movimiento feminista.
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Muchísimas gracias Elo por el esfuerzo de sintetizar en un post las claves del feminismo y del empoderamiento de las mujeres.
Para animar el debate, hace unos meses conocí, a través de Ainhoa Ezeiza, la realización de un «Seminario sobre Participación, Autogestión y Desempoderamiento»
http://www.ainhoaezeiza.net/index.php/es/ahaluztea-es/191-desempoderamiento
Ainhoa, vía Twitter, me comentó que el «desempoderamiento» tiene que ver con la construcción colectiva y la cesión consciente de poder/voz para que otras personas puedan tomar parte.
La duda que le planteé fue: «¿(cómo) puede desempoderarse una persona que aún no está empoderada (decide sobre SU propia vida)?»
Y la respuesta de Ainhoa: «que no tiene sentido empoderarse para desempoderarse, lo que preguntas va sobre la construcción colectiva y el liderazgo situacional»
A ver si Ainhoa se pasa por aquí y nos da su visión sobre el (des)empoderamiento 🙂
Por alusiones… 😉
Gracias, Mentxu, por la referencia y disculpas por haber tardado en responder, he andado acabando la tesis en agosto, con poca conexión y concentrada en la tarea que parecía interminable… pero aquí estoy 😉
Lo que plantea Elo sobre el empoderamiento es un planteamiento conocido en los movimientos feministas de los últimos años, por lo que hablar de desempoderamiento requeriría un debate bastante más largo de lo que voy a poner aquí en unas pocas líneas.
Si el objetivo del feminismo es acabar con un sistema opresivo y discriminatorio, eso no lo vamos a conseguir nunca siguiendo las reglas del poder-contrapoder, que es lo que se plantea con el empoderamiento. Que las mujeres lleguemos a las altas esferas de la sociedad, que podamos participar en igualdad en el ejército, dirigir bancos, participar en gobiernos… no parece la mejor manera para acabar con ningún sistema opresivo y discriminatorio sino de perpetuarlo. Para acabar con este sistema opresivo y discriminatorio, tendremos que hacer las cosas de otra manera.
Eso es, de alguna forma, lo que plantea el desempoderamiento, que se trata de hacer dejación del poder hacia abajo (negarse a utilizar el poder que se nos asigna o que tenemos) y resistir a la presión del poder para posibilitar la construcción colectiva y las formas de relación basadas en la confianza, la interdependencia y el cuidado mutuo. En lugar de dedicarnos a luchar contra el poder o para lograr el poder, se trata de cambiar la forma en que vivimos en nuestra vida cotidiana, facilitando el liderazgo situacional y fomentando las culturas populares, en las que la mujer tiene un papel predominante.
El desempoderamiento es un esfuerzo de teorización de experiencias que se han desarrollado en torno a la participación en diversos lugares del mundo, y es un concepto que se está trabajando actualmente desde diversas perspectivas. Este es el documento inicial sobre el que se está basando el debate:
http://ilusionismosocial.org/mod/resource/view.php?id=619
Yo voy a trabajar los próximos años principalmente en la perspectiva del desempoderamiento lingüístico y el educativo. Seguro que coincidiremos en algún encuentro 😉
Saludos,
Ainhoa
Muchas gracias Ainhoa por tu mirada 😎 Me parece una propuesta muy interesante!!! Gracias por el documento de partida que nos facilitas. Seguiremos aprendiendo…
Gracias por tus comentarios Mentxu.
Interesante esto del Desempoderamiento, para mí totalmente nuevo.
Lo importante es saber el significado de las palabras y qué es lo que queremos decir con ellas.
Tal vez no estemos hablando de cosas tan diferentes.
Así que será interesante conocer el punto de vista de Ainhoa o de alguna otra que conozcais del tema.
Me ha encantado tu post, Elo. Porque es cierto que «empoderamiento» es una extraña palabra, desconocida para muchas personas no directamente relacionadas con el ámbito de lo social, pero gracias a tu colaboración el término ha cobrado una particular fuerza. Al menos para mí. ¡Más de 20 años! Más de 20 años nos cuentas que han pasado ya desde que las mujeres de DAWN dieron al término “empoderamiento”, un significado específico de género, y a nivel internacional, lo plantearon como «una estrategia impulsada por mujeres del sur, con el fin de avanzar y generar un proceso de transformación social». A mí me admira lo que las personas podemos conseguir cuando nos unimos por un objetivo común, cuando decidimos apostar por un proceso individual que nos lleve al cambio de estructuras que oprimen.
Hablas de una autoestima colectiva que surge de poner en valor el orgullo de ser mujer y de contagiar ese sentimiento a otras… Aquí no te suscribo, sabiendo que, como tantas veces, me quedo sola en mi convicción: no creo que ser mujer tenga que ser motivo de orgullo, como no tiene por qué serlo ser gay o vasco o cualquiera de esos brochazos de identidad que nos vienen dados al nacer. Creo que debo sentirme orgullosa de lo que consigo con mi esfuerzo. Ser mujer no debe achantarnos, pero creo que tampoco es necesario que llevemos el cuello más tieso que ellos. Para mí, empoderarse como mujer es tomar conciencia de que mi género no determina ni mi valor ni mi capacidad ni, desde luego, gozar de menos derechos. Y aquí me planteó la duda de si el feminismo plantea el orgullo de ser mujer como un requisito necesario para adherirse al movimiento. Porque creo que el «poder hacer» es una reivindicación que puede no partir del orgullo de ser mujer. Veo una posibilidad de colarme en el apasionante viaje del empoderamiento para la toma de conciencia colectiva en tus frases «no hay una única forma de ser mujer» y «crear una conciencia colectiva nunca debe conllevar anular la pluralidad existente». Si hay por ahí alguna otra mujer que no se siente orgullosa de serlo (e incluso que le parece una faena, como a mí) se sentirá aliviada 😉
Si hay algo que tengo claro en el marco de estas reflexiones complejas (porque mezclan ideas, experiencias, sueños y emociones) es que tenemos que participar de, «hacer», aquello que nos hace tambalear el rumbo, para expresar hacia dónde y cómo queremos ir. Gracias, Elo, por tu participación en Doce Miradas, por ilustrarnos y reforzar con ello la ilusión por este viaje.
Hola Macarena. Gracias por tus comentarios.
Un primer apunte sin importancia. Las mujeres de DAWN plantearon el concepto de empoderamiento de género hace más de 30 años y no 20. En 1984…… Ya ves….!!!)
Sugerentes reflexiones las que planteas. Voy a intentar darte mi opinión, porque si te he entendido bien, con el cuestionamiento del orgullo de “ser mujer”, en el fondo lo que planteas es una crítica a posiciones esencialistas, demandadas por algunos sectores del feminismo. Tiene que ver con esas posturas que plantean un “ser mujer”, reivindicando aspectos considerados inherentes a esa supuesta naturaleza de mujer, y que a menudo se asocia con ser pacifista, maternal, solidaria… frente a un supuesto modo de ser hombre: violento, opresor, competitivo, guerrero… Yo no comparto estas teorías y más bien creo que ya es hora de romper las categorías binarias hombre-mujer tan fuertemente arraigadas.
Pero quiero explicarte de dónde viene lo del “orgullo de ser mujer”. Es preciso recuperar la historia de las mujeres, para entender de dónde viene la necesidad de ponerlas en primer término.
Venimos de una sociedad donde las mujeres han protagonizado profundos cambios sociales en los últimos 30 años. Porque no se nos olvide que hace muy poco tiempo, el panorama con el que nos encontrábamos, era de mujeres con una baja cualificación profesional, excluidas de la educación superior, sin acceso al mercado laboral, dependientes del marido y sin autonomía económica, recluidas en el hogar y condenadas a las tareas domésticas y de cuidados. Mujeres que no podían ni abrir una cuenta en el Banco, o salir fuera del país sin el permiso del marido. Hablo de un pasado muy reciente en el Estado Español, hasta que en 1975 se anuló la llamada “licencia marital” modificándose el Código Civil.
Es decir: los derechos de las mujeres estaban negados a todas. Así pues, cuando surge el movimiento feminista en el Estado Español, allá por 1975, lo hace con una fuerte reivindicación de la identidad de las mujeres. Difícil que hubiera sido de otra forma. Se podía estar o no de acuerdo con las reivindicaciones feministas, pero era evidente que en su totalidad, suponían una mejora para todas las mujeres.
De ahí que el movimiento fuera exclusivo de “mujeres”, en lo organizativo, en lo ideológico y en lo psicológico. Sólo de mujeres: el movimiento, las acciones (manifestaciones, fiestas, encuentros…) donde los hombres no tenían cabida.
Se creó un sujeto colectivo feminista con una identidad muy fuerte y a veces, sin duda alguna, simplificada. Lo importante era lo que nos unía y se obviaban otro tipo de opresiones que también afectaban a las mujeres. Era lo que Maxine Molyneux llamaba “intereses estratégicos de género” por encima de otros intereses.
Hoy ha habido cambios importantes en la sociedad y en el feminismo. Y aunque no podemos dejar de estar alerta ante retrocesos posibles (como la Ley del aborto, o las consecuencias de la llamada “crisis económica”) no deja de ser cierto es que la sociedad es distinta, las mujeres también y el feminismo se ha extendido y diversificado.
Y además también creo que es evidente que los feminismos identitarios cuyo sujeto único son las “mujeres” se pusieron en crisis cuando comienzan a surgir sectores de mujeres que no se sentían representadas en las definiciones que el feminismo hacía de la categoría Mujeres. Mujeres inmigrantes, trabajadoras sexuales, transexuales, por citar algunas, no se sentían incluidas en un feminismo al que criticaban de “feminismo blanco, burgués y heterosexual”. Este posicionamiento viene de lejos, pero se evidenció claramente en 2009, en las Jornadas Feministas de Granada, donde se planteó claramente la necesidad de repensar el sujeto del feminismo y las categorías hombre/mujer.
De ahí la importancia de reconocer la diversidad, aunque para algunos sectores del feminismo más tradicional, suponga un riesgo de romper la solidaridad entre las mujeres. Y hoy en día no es posible ignorarlo.
Así pues, los retos que el feminismo, o más bien los feminismos, tienen por delante, son muchos. Y no fáciles. En el dossier de Galde que os menciono al final de mi post, se reflejan muchos de estos retos y debates actuales. En la entrevista central del dossier le planteo a Silvia Gil sobre los retos en este sentido, es decir: cómo pasar de un movimiento donde lo importante era identificarnos como “mujeres”, a otra situación donde debemos partir de las diferencias. Cómo se construye movimiento en este contexto? Esta es su respuesta:
“Creo que ese sentido se construye en parte desplazando la cuestión del quién hacia el qué: ¿Qué nos preocupa? ¿Qué problemas hemos puesto sobre la mesa en los últimos tiempos? ¿Cuáles nos permiten generar un diálogo mayor con la sociedad? ¿Cómo conectar con quienes están más allá de los entornos activistas en un contexto de fuerte politización como el actual? ¿Cómo no reproducir identidades establecidas que nos separan y sitúan en el lugar esperado? Pensar desde problemas concretos ayuda a comprender que un mismo sujeto puede estar involucrado de diferentes maneras en distintas situaciones, y que una misma situación puede afectar a sujetos distintos aunque de modos diferentes.”
Estoy de acuerdo con ella. No sé si te he aclarado algo, o te he liado más, Macarena. En todo caso, seguimos en el debate….
Y ya de paso os recomiendo el libro de Silvia L. Gil: «Nuevos feminismos. Sentidos comunes de la dispersión (Editorial: TRAFICANTES DE SUEÑOS) Un estupendo estudio sobre la historia del movimiento feminista en el Estado Español, sobre los nuevos feminismos y los debates más actuales.
Feliz Verano!
Sí! Más de 30! Disculpas 😉
Touché con tu respuesta! Tan interesante como el propio post. Muchas gracias por tanta ilustración y por el tiempo dedicado a Doce Miradas. Es un lujo y un placer esta sección de Miradas Invitadas. Un lujo, tu paso por aquí.
Feliz verano para ti también!
[…] 1985, una red denominada DAWN, que aglutina académicas, investigadoras y activistas del hemisferio Sur, y cuyo objetivo es […]
Es urgente el empoderamiento de la mujer para terminar con la violencia de género y es indispensable hacerlos solidariamente entre nosotras. Como Psicóloga me parece fundamental tener una perspectiva de género para realizar mi labor.
http://www.ayudapsicologicacognitivoconductual.com/
Hola a todas!
Ha sido un gusto y una oportunidad de reflexión ilustradora el leerlas. También me siento bastante identificada con varias de sus aportaciones; especialmente cuando Macarena comenta acerca de la faena que en ocasiones implica ser mujer, y que sin embargo, de ello no depende la valía o dignidad de ningún ser humano.
Gracias por la interesante información y la experiencia. Un saludo afectuoso 🙂