30 años de aprendizaje

marzo 22, 2016 en Miradas invitadas

SSI bubu B_N03En 30 años hemos pasado de cuidar personas mayores a ser empresarias cooperativistas. Del primer grupo de mujeres que buscaba un empleo digno, hemos logrado crear una realidad empresarial innovadora, que ha contribuido a definir el perfil profesional de una amplia gama de servicios, dignificando la actividad de cientos de mujeres. Nos gustaría compartir las principales lecciones de este apasionante viaje de tres décadas.

 

Este año celebramos el 30 aniversario de la constitución de nuestro proyecto, Grupo Servicios Sociales Integrados. Cada aniversario ha sido una alegría, porque el camino que emprendimos hace 30 años era incierto. Pero estos hitos, además, nos emplazan a mirar hacia atrás y ver cuánto de aquella identidad queda. En la fotografía de hoy se muestran realidades que ni tan siquiera imaginamos hace 30 años: ocupamos diferentes representaciones en órganos de gobernanza, somos agentes de la Red Vasca de Ciencia, Tecnología e Innovación, llevamos la secretaría de la Red Europea de Empleadores Familiares, y tenemos presencia en otros tantos sitios inimaginables en nuestros modestísimos inicios en la calle Lersundi nº 9 de Bilbao.

En 1983, el cuidado de personas mayores en el hogar estaba confiado a  mujeres, en su gran mayoría, en situación de exclusión social, adornadas por toda competencia por el sentido común y la necesidad imperiosa de trabajar. Los planes de emergencia social de la Diputación Foral de Bizkaia fueron el marco que facilitó esta diada recurrente en el tiempo: mujer-cuidados en el hogar. En este contexto nació la ayuda a domicilio en Bizkaia. Una situación de actividad más que precaria, casi marginal, que fue creciendo de forma poco coherente. En 1987, la Diputación Foral de Bizkaia, el Ayuntamiento de Bilbao y Cáritas Diocesanas decidieron ordenar lo que era ya una clara actividad social preocupados por las consecuencias de la altísima contratación de auxiliares en la que estaban incurriendo los municipios.

Nuestra historia comenzaba a escribirse de puño y letra, sobre todo, de Mª Luisa Mendizabal, alma mater de Servicios Sociales Integrados. Fue ella quien aceptó el reto de formar un empresa para la gestión del Servicio de Ayuda a Domicilio de Bilbao, y desde sus propios valores cooperativos adoptó esta forma jurídica para embarcarse en la difícil tarea de integrar en torno a un proyecto empresarial a 35 mujeres que no se conocían entre sí, pero que desempeñaban la misma actividad en hogares de Bilbao. Y comenzó a tejerse la red.

De un día para otro, estas trabajadoras amanecieron siendo empresarias, en una  actividad, además, que por no tener, no tenía ni definición. En los servicios de ayuda a domicilio las personas podían demandar tareas tales como pintar la casa, comprar el pan en festivos, reparar un inodoro, cocinar, pasear un perro… Los límites de esa actividad eran muy difusos.

Grupo_2Primer reto para las mujeres que asumieron la dirección de la cooperativa: construir una identidad propia. Para ello, contactaron con profesionales de diferentes disciplinas que llenaron de contenidos las tareas que se llevaban a cabo en el servicio de ayuda a domicilio, las ordenaron, priorizaron y estructuraron de forma cada vez más profesional; fue una época de enorme creatividad e innovación, y de grandes aprendizajes. Más tarde llegaron los diplomas de Gobierno Vasco, del INEM, pero la batalla de S.S.I. por dotar a la profesión de una formación reconocida tardó un poco más en llegar a su meta, y sólo muy o recientemente han entrado en vigor los Certificados de Profesionalidad. Mientras esto ocurría, la falta de normativa, no impidió a S.S.I. que fuse construyendo itinerarios formativos propios, y gracias a este trabajo de tantos años las mujeres trabajadoras (recordad: casi en situación de exclusión social y en el mejor de los casos en circunstancias enormemente precarias) se convirtieron en auxiliares de ayuda a domicilio. Por el camino, hemos aprendido la importancia de dignificar el trabajo, de hacerlo visible y profesionalizarlo, para que la sociedad sea capaz de valorar como es preciso su impacto y aportación.

Hay una lectura más interna en este proceso de formación de la que estamos especialmente orgullosas: el crecimiento personal de las mujeres. En efecto, hemos sido siempre conscientes de que nuestro desempeño profesional requiere formación, y esto implica, también, atender las necesidades propias de crecimiento de las mujeres que prestan estos servicios.  Cuando en este sector las cosas aún se hacían de otra forma, pusimos en la agenda cursos para cuidarse y crecer personalmente, conscientes de la difícil situación en la que algunas se encontraban. Ha sido un camino compartido con otras muchas profesionales, que nos acompañaron en esos procesos de empoderamiento personal. Y por último, y desde la exigencia de la toma decisiones como dueñas de su negocio, también se dotaron de conocimiento cooperativo y empresarial.

En los primeros dos años el grupo inicial se fue reforzando con la incorporación progresiva de otras mujeres; hasta 250 auxiliares de ayuda a domicilio se unieron a S.S.I.; completándose la plantilla con 500 trabajadoras en el año 1992. Y así en tan solo cinco años, S.S.I. pasó de ser un proyecto empresarial con una encomienda de regularización de la actividad, a convertirse en una robusta realidad empresarial, con una firme determinación de dignificar el trabajo de las mujeres, especialmente el trabajo en el hogar.

Los valores cooperativos fueron desplegados junto con otros que estas mujeres que ocuparon cargos en los órganos de decisión asumieron como propios:  creación de empleo, empoderamiento de la mujer, sostenibilidad ambiental, calidez, flexibilidad, reinversión de los beneficios, etc.. Y en este marco, se adoptaron medidas, hoy algunas superadas por la sociedad, pero ciertamente innovadoras hace treinta años: reducciones de jornadas laborales por cuidado de hijos e hijas, y padres y madres, la fijación de jornada completa en seis horas de trabajo, la exención de servicios de tarde para trabajadoras mayores de sesenta años, los anticipos salariales, etc..

La Ayuda a Domicilio (SAD) actual –servicio recogido en el Catálogo de Prestaciones y Servicios del Sistema Vasco de Servicios Sociales-, es una profesión que exige un certificado de profesionalidad específico para su ejercicio, y que tiene muy acotadas sus realizaciones. En un logro enorme al que hemos contribuido, dejando atrás los años de indefinición y falta de reconocimiento social. Hemos vivido como protagonistas el cambio social que ha experimentado nuestra sociedad, y hemos, modestamente, ayudado a que ocurra. Al igual que el perfil de persona mayor ha cambiado en estos años, también lo han hecho los hogares, los barrios, y la sociedad.

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En este viaje continuamos. Hoy S.S.I. se prepara para asumir los nuevos retos que se van a producir en el hogar: la mayor esperanza de vida, la cronicidad, las nuevas tecnologías, la e-salud, los cuidados integrados, etc.. Son transformaciones que nos motivan a seguir la senda de empoderamiento y profesionalización que emprendimos hace 30 años, ahora con unas condiciones diferentes, gracias a la experiencia y a todo lo que hemos aprendido. Contamos con  una unidad de I+D+i (Home Care LAb), y con un centro de generación de conocimiento (S.S.I. Training Center que trabajan en el diseño de las formaciones que han de acompañar la llegada de estos cambios en el ecosistema del domicilio.

Y sí: mirando hacia atrás nos reconocemos en los valores y en los motivos que impulsaron con fuerza el desarrollo de una actividad que ha permitido trabajar y, jubilarse, a mujeres con escaso horizonte laboral, en una profesión para nosotras llena de valor y significado.

Artículo escrito a cuatro manos, con la colaboración de Rosa Lavin, directora Económico Financiera de SSI y Presidenta de Koonfekop

Cuestión de convicción

marzo 15, 2016 en Doce Miradas

Andaba yo pensando en escribir un post dedicado a mi hijo de 11 años, con reflexiones básicas para ayudarle a construir relaciones equilibradas con sus compañeras, cuando llega la campaña del 8 de Marzo del Instituto Vasco de la Mujer, Emakunde. Este año centrada en un tema tan nuclear como transversal: la Educación. Siempre presente cuando una se pone a pensar o a conversar sobre cómo cambiar las cosas de verdad.

Porque echando la vista atrás, soy fácilmente capaz de ver cómo hemos cambiado a la hora de enfrentar tantos y tantos mundos. Recuerdo, por ejemplo, la naturalidad con que tirábamos un chicle al suelo hace 30 años, sacábamos a pasear a nuestros perros sin correa ni bolsa hace 20, o vaciábamos el aceite por la fregadera hace 10. Con mucho tino, Pilar Kaltzada, Mirada compañera de este blog, suele decir que nuestra sociedad está llena de nuevos agentes medioambientales. Nos han enseñado. Y hemos aprendido.

Lo que me lleva a pensar, de modo un tanto pueril quizá, que cuando hay recursos para invertir en sensibilización, hay resultados. La sociedad corrige. La sociedad avanza. ¿Y qué hace falta entonces para que haya recursos?

Es sencillo. Hace falta convicción.

Porque, ¿de verdad queremos una sociedad sin la vergüenza de 57 mujeres asesinadas en un año? ¿En la que éstas no cobren un 19% menos de media? ¿En la que no asuman el 92% de los cuidados familiares? ¿Una sociedad en la que ellas, el 57,6% de las tituladas universitarias, compartan el liderazgo de los diferentes ámbitos y sectores, y no se queden relegadas a la incongruencia del 10% actual? ¿O en la que la que organizaciones como la que «representa» la Justicia se permitan no contar con una sola mujer?

Apertura del año judicial (2015-2016)

Apertura del año judicial (2015-2016)

¿Tenemos la convicción y el arrojo necesario para afrontar el trabajo que implica convertir en ganancia todo esto?

Entonces, parece lógico pensar que la apuesta definitiva deberá emplearse particularmente a fondo en tratar la raíz. Porque la desigualdad no es una gripe de siete días, sino una gripe mal curada que arrastramos desde el principio. Porque nacemos iguales y nos hacemos desiguales. Lo que me hace recordar aquel experimento que nos mostraba en este blog la también Mirada, Arantxa Sainz de Murieta, evidenciando que las palabras que escucha el mismo bebé —vestido de rosa o de azul— son cualquier cosa menos iguales. Y, sin embargo, seguimos diciendo aquello de “yo educo igual a mis hijas que a mis hijos”.

Yo no tengo hijas, pero honestamente y aún a pesar de mis gafas moradas, no me cuesta tanto imaginarme diciendo aquello de “no seas tan marimandona que no te conviene”, frente al “tienes madera de líder” que escucha mi pequeño jefe indio; “ve con cuidado”, frente al “pásalo bien”, o “qué bonita es mi princesa”, frente a “te las va a llevar de calle”… Argumentos semejantes a los que propone la campaña que mencionaba al comienzo.

Recordar en este sentido Ban Bossy, iniciativa de Sheryl Sandberg contra la palabra “marimandona”, por considerarla ejemplo simbólico de cómo se mina la confianza de las niñas con capacidad de liderazgo. Las sometemos a tal bombardeo que, finalmente, para evitar ser criticadas por su entorno, acaban rebajando el potencial de su perfil. En este breve vídeo incide en la importancia de no trivializar los mensajes que sistemáticamente desaniman a las niñas a levantar la voz.

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No obstante, la educación abarca océanos. Y aunque incluye desde la televisión o las redes sociales hasta los carteles del supermercado, también hay mucho que hacer y mejorar desde los propios centros escolares. Pero no a través de políticas aisladas e inconexas, sino con la guía y el apoyo de unas instituciones movilizadas de manera continuada, coherente y transversal. Instituciones y centros escolares convencidos. De otro modo, es ilusorio pensar que habrá quien deje su saturado día a día, para ocuparse de un sexismo que elegimos no ver ni evidenciar porque preferimos no aceptar.

¿Por qué no patios más unidos, mesas de comedor menos separadas? ¿Manualidades para el Día del Padre y de la Madre pensadas con espíritu de 2016? ¿Máximo cuidado al escoger disfraces de carnaval o referentes para las actividades de… ciencias sociales? ¿Por qué no extraescolares integradoras? ¿O mensajes y acciones específicas que empujen a las niñas a liderar, a tomar la palabra, a presentar en público? ¿Por qué no juntas directivas más igualitarias? ¿Talleres para profesorado y alumnado y actividades más allá del 8 de Marzo o mejor aún, una mirada transversal de género para cada actividad o acción escolar?

Y en lo que a madres y padres respecta, ¿no podríamos demandar activamente a los centros escolares que trabajen con visión renovada para educar en igualdad? ¿Levantar la voz cuando algo nos chirríe, apartando el temor a lo que puedan pensar y concentrándonos en lo que podemos conseguir? Porque nuestra demanda de un buen nivel de inglés o de manejo de las TIC es comprensible. Hablamos del futuro. Un día serán profesionales… Pero, sobre todo, un día serán personas. Y pocas cosas mejores que desear se me ocurren, que desear que sean personas preparadas para construir y avanzar hacia una sociedad que de verdad apueste por la igualdad.

Es cuestión de convicción.

 

Mujeres normales ante situaciones extraordinarias

marzo 8, 2016 en Miradas invitadas

Miguel SiriaMiguel Ángel Rodríguez García (@Marodriguez1971). Periodista y trabajador Humanitario. Nací en Granada hace 45 años y me licencié en Ciencias de la Información en el terruño de mis padres y mi tierra de acogida, Salamanca. Objetivo desde ese momento: La Comunicación como vía para cambiar las cosas. De ahí a la militancia en ONG y entidades humanitarias había un paso. Actualmente soy el responsable de Comunicación Externa y de la Unidad de Comunicación en Emergencias (UCE) de Cruz Roja Española. Y, sí, creo que la Información salva vidas. Por eso seguimos en el tajo.

 

Creo que viajamos constantemente entre el horror y la esperanza.

Durante los últimos años de emergencias, catástrofes y conflictos he visto la capacidad ilimitada que tiene el hombre para la destrucción, la barbarie, la más cruel de las degradaciones, las torturas y el silencio, el silencio a veces más culpable que la propia acción, la omisión más cómplice y genocida.

Irak, Mozambique, Marruecos, Líbano, el sur de Asia, Nepal, Camboya o Darfur se dibujan para mí como un escenario vivo y doloroso donde actores inverosímiles han competido por manejar los hilos de las marionetas más ninguneadas, de los invisibles, de los que no aparecen, siquiera, en las estadísticas. ¿Puede acaso una estadística digerir cómo en la región sudanesa de Darfur se secuestra y viola a niñas a las que, para evitar que escapen, se les quiebran las piernas a culetazos de Kalashnikov? ¿Puede acaso algún número recoger la impotencia que viven millones de personas zurcidas, de por vida, en campos de refugiados plastificados? ¿Cómo se puede evaluar, con cifras, la náusea de un refugio antiaéreo, donde sus otrora ocupantes están ahora impresionados en las paredes enrojecidas y quemadas por un misil?

Pero, por desquiciante que parezca, existe un cielo en mitad de este infierno, y son uno mismo. Lo he visto. La crueldad, por fortuna, está preñada de seres que se hunden en los estertores de la miseria para gritar, desde sus aguas negras, su rabia y compromiso con los muertos en vida, con los marginados. Sí, donde todo huele a último, o a penúltimo, se hallan también personas con sonrisas plenipotenciarias dispuestas a dar y a darse… Y no se hace pie en sus ojos, de verdad.

Y, no me preguntes por qué, la mayoría de las personas ‘ordinarias’ que me he encontrado haciendo cosas extraordinarias, son mujeres. No me preguntes el motivo, pero lo intuyo.

¿Cómo puede una anciana superviviente del tsunami que ha perdido a toda su familia –108 personas- ceder el terruño que le queda para construir un orfanato? ¿Qué fuerza mueve a una mujer de miembros podados a trabajar por otros mutilados, jugándose el hilo de vida que le queda? ¿Cómo una joven iraquí moribunda puede sonreír a su madre para darle esperanza? ¿Qué verdad se halla en esto?

Algunos dirán que estas personas ponen sólo tiritas sobre un cáncer.

Pero abren la esperanza.

MAMI, DE LA MEDIA LUNA ROJA IRAQUÍ

Bagdad, 18 de mayo de 2003

La salvó una sonrisa. Los médicos la daban por pérdida, pero las enfermeras se volcaron en el cuidado de la niña desahuciada. “No paraban de sonreír y de contarme cosas mientras me atendían en el hospital. En ese momento me dije que de mayor sería enfermera”.

Casi ochenta años después, la niña del ‘milagro’ ha multiplicado, con creces, las sonrisas y atenciones que recibió en el hospital. Khairia Al Maqdisi cumplió, y se hizo enfermera, de por vida.

B9rHB6OIQAEkIUl‘Mami’, como la llama todo el mundo, es la responsable de los Cursos de Primeros Auxilios de la Media Luna Roja Iraquí (MLRI) y, casi con toda probabilidad, la voluntaria más veterana y de más edad de toda la Cruz Roja.

“¿Pero cuántos años tienes realmente Khairia?”, le indago mientras husmeo fechas en los legajos de su despacho. “Soy mayor que tú”, me responde riéndose, pero firme, arqueando sus cejas negras y sin un segundo asalto. Reímos a carcajadas, hasta que una nueva visita entra en el despacho y solucionan algo de trabajo.

Khairia, ‘Mami’ para todos, se hizo voluntaria de la Media Luna Roja Iraquí en 1948, apenas una niña. Tras graduarse, comenzó a trabajar como enfermera en un hospital de Bagdad, pero sin dejar la Media Luna.

En un voluntariado de más de 55 años, ha llorado, reído y parido un infinito de sinsabores y pasiones en su entrega hacia los demás.

Y no para de sonreír. Apenas cuando le pregunto por una imagen, triste, colgada en la retina. Le cuesta recordar momentos no felices. “Sí, quizá en la revolución de comienzos de los años 60. Un pequeño grupo de enfermeras teníamos que llegar hasta los heridos, transportarlos por nosotras mismas, localizar a los doctores… muchos morían…”.

Poco más tarde viajaría a la India, donde trabajaría por un corto espacio de tiempo. “Eso sí que era Salud Pública”, brama Khairia gesticulando con las manos. Otro momento feliz llegaría durante su trabajo en Marshes, al sur de Irak, donde puso en marcha una campaña de vacunación de niños. “Era todo agua… y todo pobre”, recuerda Khairia del enclave iraquí, marginal, conocido como ‘la pequeña Venecia’.

Comenzó después a dar cursillos para enfermeras en todo el país, hasta que se incorporó al Departamento de Maternidad de un Hospital gestionado por la MLRI. Allí vivió quizá los momentos más felices de su vida. “Cuando colaboraba en un parto complicado que salía bien, me ponía a llorar de felicidad”, apunta. Se siente feliz, me confiesa, cuando ve marchar a sus pacientes, sanos.

La que algunos llaman ‘Madre Teresa de Calcuta de Iraq’ nunca se casó. “No, no es cierto”, me  niega cuando repito en voz alta su estado civil. “Me desposé con la Media Luna Roja Iraquí”, ríe a gusto, sin prisas, mientras golpea la mesa con la mano.

Siempre feliz. Con su pócima de la sonrisa: “Amo a la gente, los quiero a todos, realmente, y eso me hace feliz”.

En medio de guerras, sanciones, privaciones… y pérdida de todos sus familiares, en Mosul. “Sí, ha sido duro, pero todo va mejor, mejor, poco a poco”, sella mientras sonríe, franca, jovial, dicharachera.

“¿Cuánto tiempo más quieres seguir de voluntaria en la MLRI?”

 Me aprieta las manos, fuertemente, y su boca dibuja una sonrisa de esquina a esquina de la habitación.

 

#GenitalidadExcesiva

marzo 1, 2016 en Doce Miradas

Hace unos meses tuve la ocasión de ver la exposición ¿Por qué no Judy Chicago? en Bilbao. En el marco de una representativa recopilación de la obra de esta pluridisciplinar artista feminista -y en la inmejorable compañía de Noemí Pastor y Lorena Fernández- vio la luz el hashtag que da título a este post. Intimidada por vaginas de todos los tamaños y texturas, vomité la etiqueta que resume mi histórica incomodidad ante la omnipresencia vulvar. Me planteo si una es más o menos feminista en tanto en cuanto reconoce a la vagina como un personaje fundamental y de primera línea en la lucha por la igualdad real.

Asumo que corro el riesgo de suspender 1° de Feminismo, pero debo decir que me satura tanto colegueo con los bajos. Coño para arriba, coño para abajo. Que si mi coño es mío, hermoso, digno de reconocimiento y veneración; poderoso, centro energético de nuestra identidad feminista del que procede hablar con seguridad y sin vergüenza hasta devolverle su lugar: el que el patriarcado le ha negado sometiéndolo a la discreción de la entrepierna. Qué incómoda me siento con este lenguaje. Me agrede. Me resulta excesivo.

Recientemente la actualidad nos ha brindado nuevas manifestaciones de #GenitalidadExcesiva que, a mi modo de ver, aportan confusión y enturbian las reivindicaciones que las motivan, sin que resulten rentables para el desarrollo de un debate que debería darse en clave de derechos y no de provocaciones, con sus correspondientes portadas. Irrumpir en una capilla de un campus universitario, desnudarse de cintura para arriba y corear «menos rosarios y más bolas chinas», «contra el Vaticano, poder clitoriano», «el papa no nos deja comernos las almejas» o «sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios»… ¿cómo encaja con la defensa de la laicidad de las instituciones, de la Universidad? ¿Es que es esta una reivindicación únicamente de mujeres?

El polémico poema de Dolors Miquels, Mare nostra, recitado en la gala de los premios Ciutat de Barcelona se burlaba de una oración cristiana. Dice la poetisa que su «adaptación» del Padre Nuestro «no pretende ofender a nadie. El poema es un canto a la libertad de las mujeres a decidir sobre su cuerpo y ningún político está en posición de dictar qué se tiene que hacer”. Bien. Vale. Pero me pregunto: para tan legítima reivindicación ¿es este el lenguaje más adecuado?: «Madre nuestra que estáis en el celo, sea santificado vuestro coño, la epidural, la comadrona» (…) «Hágase vuestra voluntad en nuestro útero sobre la tierra».

Me parece desproporcionado el revuelo organizado. A fin de cuentas, igual que cada cual es libre de sentirse ofendido y pedir el amparo de la ley si procediera, lo cierto (y menos mal) es que el arte está en su derecho de ser irreverente. Pero, insisto: ¿son el coño y el útero tan imprescindibles para las reivindicaciones feministas? 

La parte por el todo

Creo que se puede ser feminista sin caer en la vulgaridad expresiva ni en la reivindicación genital gratuita. Con 1° de Feminismo suspendido no se me escapa que, efectivamente, hay mucho de genital en nuestra historia de sometimiento y desigualdad. Nuestros cuerpos han sido siempre y son campo de batalla, moneda de cambio, armas al servicio de hombres que no merecen ser llamados así. Pero creo que nuestra fuerza como mujeres que persiguen la justicia, no reside en sacar a la luz nuestras vaginas. Nuestro poder está en nuestras mentes y en las emociones con las que dotamos las ideas que somos capaces de generar para construir una sociedad igualitaria. Hagamos representaciones megalíticas de esto. De otra forma, ¿no estaremos haciéndole el caldo gordo a la estrategia de la publicidad sexista cuando nos trocean mostrando nalgas, pechos, labios carnosos… para vender lo que sea? ¿No estamos ensalzando la parte (vagina) para representar algo mucho más importante (feminismo)?

vagina pop&casual1a baja resolución

Hay quien dice que si me siento tan incómoda es porque he sido educada en la vergüenza, en la sexualidad culpable, en la decencia. Sinceramente, creo que no. Tengo ya una edad y un caminito de liberación recorrido que me permiten negar la mayor. No encuentro justificación en la exhibición de la parte si puedo mostrarme como un todo importante en sí mismo. Soy una mujer y pido consideración y respeto por mi persona y eso, desde luego, incluye mi cuerpo: cada una de las partes de mi cuerpo.

La exaltación de los procesos biológicos femeninos

Me parece que nos hemos ido justo al lado contrario. De la ignorancia, pudor y vergüenza con que las niñas recibían su primera regla, a la teoría de que menstruar mola. Una cosa es que los procesos biológicos se vivan con naturalidad, sin afectaciones, y otra muy distinta que maquillemos todo lo intrínsecamente femenino, para mostrarlo a la galería como un regalo que nos da la vida y que nos encanta. Yo siempre he pensado que la Naturaleza ha tenido poca consideración con nosotras vinculando nuestros grandes momentos vitales a contextos pelín desagradables. La regla, desde luego; pero pienso en un parto y que alguien me diga que eso no es gore. Y a otro nivel, sí: pero ¿y la bucólica lactancia materna? Todo el día pringada.

Termino este capítulo recordando una campaña por el derecho a decidir en Irlanda, donde el aborto es legal solo en el supuesto de que peligre la vida de la madre. Cientos de irlandesas decidieron relatar en clave de humor el día a día de sus ciclos menstruales. La justificación: “Si quieren controlar mi cuerpo, si se sienten tan cómodos interfiriendo en lo que pasa dentro de él, al menos que conozcan todos los detalles. Por eso he decidido tuitear en directo mi ciclo menstrual al primer ministro Enda Kenny”. Son palabras de la humorista irlandesa Grainne Maguire. Reconozco la originalidad de la campaña, pero creo que lo que vale en el papel, a veces puesto en práctica resulta grotesco. La consideración de si el fin justifica los medios, si se trata de provocar que se hable del tema y todo vale, la dejo para quien quiera dedicar unos minutos a pensarlo. Mi opinión es que el debate del aborto va mucho más allá de las intimidades menstruales de las activistas y que el acoso tuitero al primer ministro no tiene pinta de ser una estrategia exitosa de acercamiento entre posturas.

Vuelvo a ver aquí la parte disgregada. Cuando hablamos de aborto hablamos de mujeres, de vida, de derechos, de salud, de dignidad, de libertad. Reducirlo al útero y a la menstruación se me queda muy pobre.

La representación artística de la vagina como icono del feminismo

Judy Chicago está considerada como una de las precursoras del arte feminista. Su obra gira en torno a la historia del pensamiento feminista y su rechazo a los esquemas culturales que nos sitúan en una posición secundaria. Buscando información sobre esta artista descubro que sus primeras creaciones fueron obras abstractas en las que es posible reconocer órganos sexuales tanto masculinos como femeninos. Su motivación, los roles diferenciados según sexo y la construcción de las respectivas identidades. Pero su gran obra ve la luz en los 70, en pleno auge del movimiento feminista: The Dinner Party.

thedinnerparty2

detalle_dinnerpartySe trata de una interpretación de la Última Cena en una mesa con forma de triángulo equilátero, -en alusión a la igualdad y al órgano reproductor femenino-, en la que 39 comensales mujeres son sustituidas por representaciones antiguas de la vulva femenina (en el link lo llaman “flores y mariposas”). The Dinner Party (otro enlace por si os interesa saber más) es una de sus obras más relevantes y más feministas. A lo primero no pongo objeción, a lo segundo, pues sí: por reincidente. Nada que objetar a la representación artística de la vagina. ¿Por qué no? Lo que no veo claro es esta especie de binomio indisoluble vagina-máxima representación del feminismo.

Es cierto que la obra de Judy Chicago va más allá. En The Birth Project exalta el papel femenino de la maternidad negado en la creación del mundo según el Génesis; en The Holocaust Project refiere a la historia de su pueblo, el pueblo judío, y en otras obras de gran formato utiliza técnicas muy relacionadas con lo tradicionalmente considerado femenino como pueden ser la cerámica, el tejido o el punto. En la exposición de Bilbao, mis compañeras Miradas y yo tuvimos la ocasión de ver un vídeo sobre una de las performance en las que a través del uso de fuegos artificiales y pirotecnia, Chicago creaba atmósferas para intentar “suavizar y feminizar” el paisaje. Debo reconocer que mientras asistía al espectáculo no dejaba de temerme «lo peor»: que en cualquier momento apareciera de nuevo ella, la vagina justiciera.

Pánico genital

El nombre completo de la obra de Valie Export a la que voy a referirme es Acciones de pantalón: Pánico Genital. Es un ejemplo más que encuentro en la Red acompañado de una interpretación para quien la compre: “La artista acudió a un cine de arte y ensayo de Munich con aspecto entre revolucionario y provocador, metralleta en mano y vestida con unos pantalones abiertos a la altura de los genitales (…) Esta acción es una metáfora sobre el discurso feminista de autoafirmación de la diferencia (…) Blandiendo el símbolo fálico del arma destructiva, Valie Export asumía un rol activo y de verdadero poder, mostrando la propia naturaleza de la diferencia sexual (…) Al mismo tiempo, al exponer su sexo a la vista del público la artista oponía la realidad de su cuerpo a la representación cinematográfica, convencionalmente ligada a una imagen de la mujer estática, pasiva y convencional”.

En este caso, me parece que la confrontación de la diferencia entre hombres y mujeres no aporta -sino todo lo contrario- a la construcción de un escenario de igualdad de derechos y oportunidades, que es a lo que estamos.

Si no quieres taza, taza y media

Os voy a presentar a Jamie McCartney y su obra: 400 vaginas de 400 mujeres en 10 paneles. Este británico hizo moldes de las partes bajas de 400 mujeres voluntarias. “No es vulgar, es vulvar» dice el propio artista. “Para muchas mujeres su apariencia genital es una fuente de ansiedad y yo estaba en una posición única para hacer algo al respecto”. Y digo yo: menos mal que llegó Jamie.

Os animo a visitar este link y los diez paneles. “McCartney espera que esta obra le ayudará a combatir el incremento exponencial de los últimos años de las cirugías estéticas labiales. Esta nueva moda de crear vaginas perfectas marca una tendencia preocupante para las futuras generaciones de mujeres”. A estas alturas del post tengo ya tal lío que no me atrevo a decir que esta obra de caridad de Jamie no sea feminista.

Vagina más casual y pop

Y aquí tenemos también a Megumi Igarashi, escultora y artista gráfica japonesa cuyo seudónimo es Rokudenashi-ko (chica mala). Es conocida también como “La artista de la vagina”. Leo aquí que “Megumi Igarashi pasó una semana en la prisión por distribuir entre sus admiradores una plantilla digital de sus genitales para poderla imprimir en una impresora en 3D (una ley nacional prohíbe distribuir materiales “indecentes”) (…) Su próximo proyecto era hacer un kayak de 2 metros llamado “Pussy boat” con la forma de su vagina (…) Megumi afirma que ella a través de su trabajo quiere acabar con los tabúes y la discriminación sexual en la sociedad japonesa, ya que no ocurre lo mismo con las imágenes que se hacen en torno al pene”. Vaya por delante mi respeto por todas las personas que se comprometen con sus convicciones; aunque yo no les vea ningún sentido, como en este caso.

Lo que pretende Megumi –dicho por ella- es que la vagina se vea como una parte más del cuerpo femenino (¿no lo era?): “Quiero hacer la vagina más casual y pop. Así es como convertí la vagina en un campo, en un coche de control remoto, etc.”. Ahí la tenéis: Rokudenashi-ko.
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Epílogo

Nada sé de arte, nadie soy para dar o quitar valor a una obra ni desmerecer a quien dedica ilusión, tiempo, esfuerzo y convicción a darle formato a una idea para compartirla en sociedad. Comunicar, denunciar, reivindicar, sensibilizar o aportar belleza con la expresión artística merece toda mi consideración.

Espero que este post sea tomado como lo que es: un comentario que surge un día entre risas y se va liando y liando y completando con esto y con lo otro, para intentar dar forma a un discurso -el mío- que no pretende ser sino una visión más sobre el protagonismo que el feminismo le ha dado a la vagina. Me reafirmo en considerar que estamos sometidas a una #GenitalidadExcesiva, pero ahora que he descubierto que la vagina puede ser casual y pop no me queda más remedio que darle una vuelta a todo mi planteamiento 😉

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Mención especial a mi compi Miry Artola por haber aceptado con generosidad y sentido del humor mi encarguito de crear a partir de sus rotus mágicos unas vaginitas tan monas para ilustrar este post. ¡Gracias! 🙂