4 cosas que he descubierto desde que soy bloguera en Doce Miradas

febrero 24, 2015 en Doce Miradas

Son más de cuatro, pero dosifico para no alargarme. Los posts muy extensos no gustan. Esto también lo he descubierto en DM.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

1. “Por qué no habláis de perros y gatos abandonados”. Desde que estoy en Doce Miradas, me he dado cuenta de que hay un tipo de comentario que aparece con cierta cadencia en los blogs de temática feminista. Suele ser algo así: “me parece fatal que no habléis de la discriminación que sufren las personas discapacitadas, obesas, paradas, las pertenecientes a minorías étnicas, ancianos…” Ante un comentario semejante, es fácil que por un instante te asalte la culpa y pienses ‘mira que soy egoísta, con los problemas tan graves que hay en el mundo, los niños y niñas que mueren en África, las guerras atroces, las enfermedades, los padecimientos tremendos que se suceden a diario, y yo aquí hablando de la publicidad sexista, de la necesidad de implantar un sistema de cuotas que garantice la presencia de mujeres, de la brecha salarial…’ Este tipo de comentarios son una forma moderna, sibilina y sofisticada de decir lo mismo que se decía en el pasado: calladita estás más guapa. Que te manden hablar de otra cosa es pedirte que calles sobre lo que estabas hablando, es silenciarte con disimulo. Sólo que aquí el machismo de trazo grueso se disfraza de 0,7, de ONG, de asociación de damnificados o afectados por alguna discriminación. Pero no nos engañemos, es lo mismo de siempre. Personas molestas a las que no les gusta que las mujeres reivindiquen para sí mismas. Por otro lado, quienes hacen tales comentarios parecen no darse cuenta de que no son categorías o aspectos incompatibles ni comparables puesto que las mujeres podemos ser discapacitadas, obesas, desempleadas, pertenecer a minorías étnicas… He advertido que algo muy parecido suele sucederles a las personas cuya causa es la defensa de los animales. Hay asociaciones y organizaciones para causas diversas y cada cuál es libre de sumarse a la que prefiera, sin que eso menoscabe la importantísima labor que desempeñan otras agrupaciones. Reivindicar la igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres no es una banalidad ni un capricho. Que todo el mundo se quede tranquilo, no muere ningún niño en África cada vez que una mujer reivindica la igualdad.

2. El pin feminista. La gente de la política, de la empresa, de los medios de comunicación y personajes públicos se colocan este pin con facilidad. El pin feminista, el pin gay… lo que tercie. Ahora que estoy en Doce Miradas me fijo más y he descubierto que hay mucho feminista de salón. Queda bien en ciertos ambientes decir que uno es feminista, granjearse las simpatías de las mujeres y hombres que defienden este movimiento y ser políticamente correcto con lo que corresponde en nuestra época, pero cuántas veces es solo fachada. Hace un tiempo y casi seguido, escuché cómo se les desenmascaraba a algunos de ellos en sendas tertulias de radio. En uno de los casos, los contertulios que momentos antes lanzaban floridos discursos a favor de la igualdad, hacían el ridículo estrepitosamente, momentos después, cuando la periodista que dirigía el programa les preguntaba uno por uno si ellos hacían la maleta o ‘se la hacían’. El resultado fue bochornoso. Para colmo, se ofendieron y enfadaron con la periodista, “esto no se hace, es una encerrona, no es jugar limpio…” El feminismo de salón vale poco si no lleva aparejado un feminismo de estropajo, ese que se libra cada día en los hogares, o el feminismo de oficina, el que se necesita en el día a día laboral. No obstante, como no queda otra que jugar con las cartas que tenemos, personalmente abogo por utilizar a estos feministas de salón como ellos utilizan la causa feminista, es decir, cuando nos convenga. Eso sí, sin olvidar cómo son de verdad.

Fotografía de Iratxe Gallo.

Fotografía de Iratxe Gallo.

3. El feminismo beneficia también a los hombres. Confieso que cuando empecé en esto de Doce Miradas no me lo creía. A menudo oía o leía a mis compañeras de blog diciendo que muchos hombres se sentían incómodos en una sociedad machista, que esa educación también les hacía sufrir a ellos, que la igualdad entre mujeres y hombres beneficiaba a ambos y, sinceramente, pensaba que eran un poco ingenuas. Siempre me ha parecido que los hombres disfrutan de privilegios y que si el feminismo propugna acabar con aquellos privilegios que se sostienen gracias al sometimiento y la discriminación de las mujeres -la mayoría, sospecho-, entonces, lógicamente, saldrían perdiendo. Adiós a la buena vida y a las ventajas por el mero hecho de ser hombres. Lo cierto es que desde que estoy en Doce Miradas y leo los comentarios y posts que escriben algunos de los hombres que nos siguen habitualmente he empezado a cambiar de opinión. Son hombres que se ponen en nuestros zapatos, confiesan no haber estado siempre a gusto en los suyos, y defienden la igualdad de derechos y oportunidades con sinceridad. Seguramente son minoría, pero existen. Recientemente, unas amigas me hablaron acerca de las actividades extraescolares de sus hijos y por lo que cuentan, hoy en día, que un niño quiera hacer ballet sigue siendo un trago, no tan amargo como el de Billy Elliot, pero un trago.

4. La publicidad apesta. A pesar de dedicarme a la comunicación y a la publicidad, últimamente veo muy pocos anuncios en televisión. En mi isla de series favoritas y algún que otro informativo no hay de eso. Pero hace poco tuve ocasión de ver varios bloques publicitarios seguidos y aluciné. Ya sé que hay mucha publicidad sexista, más de una entrada de Doce Miradas se ha dedicado a ello, pero lo que vi el otro día fue un bombardeo continuo. Recuerdo que cuando estudiaba un postgrado en publicidad allá por el año 1992 analizábamos algunos de estos anuncios como si fuera casi un ejercicio de arqueología, convencidos de que estábamos asistiendo a los últimos coletazos de una era que tocaba a su fin. Veíamos aquellos spots entre risas y miradas indulgentes, condescendientes con una sociedad de ideas retrógradas que ya iban quedando definitivamente atrás. Eran los últimos vestigios. Eso pensaba yo al menos y por eso lo perdonaba y hasta me divertía verlo. Pero comprobar cómo está la publicidad hoy en día no me hace ninguna gracia. De fondo, el eterno debate. ¿La publicidad es o debe ser un reflejo de la sociedad o debe propugnar modelos más edificantes? ¿Es así nuestra sociedad?  Aquí va una muestra de estos anuncios que como quien no quiere la cosa siguen presentando a la mujer como la única que debe cuidar su alimentación y su figura, la única encargada de cocinar, alimentar y vestir a los hijos y la única encargada de decorar y amueblar el hogar mientras el hombre, oh, el hombre, el hombre se sienta tranquilamente a leer un libro como el gran intelectual que es. Que conste que recopilarlos no me ha costado  meses y meses de ver publicidad. Esto es lo que puede ver cualquiera mañana mismo en un bloque publicitario. Un mensaje machista detrás de otro en menos de cinco minutos.

-¿La leche sin lactosa es solo cosa de chicas? Según este anuncio, parece que sí.

-¿La leche desnatada es un producto para mujeres? Con este spot lo dejan bien claro.

-¿Decorar y amueblar la casa compete a la mujer en exclusiva y por decreto? Este anuncio no deja lugar a dudas. Ellos están ocupados leyendo en el sofá como intelectuales que son.

-¿Alimentar a la prole es una tarea exclusiva de las madres? Si cocinas arroz Brillante, desde luego.

-¿Los padres no deben ocuparse de comprar ropa a los hijos? Por lo visto, es otra labor exclusiva de las madres.

Sororidad: ¿Hace cuánto que no compruebas tus privilegios?

febrero 17, 2015 en Miradas invitadas

cwlChristina Werckmeister Lacarra (Los Ángeles, 1966) (@cwerckmeister). Licenciada en Filología Clásica, mi trabajo como co-fundadora y directora del Itinerario Muralístico de Vitoria-Gasteiz me permitió desarrollar mi marcada visión social. Uno de nuestros mayores objetivos es utilizar la producción de arte urbano monumental, creado de forma comunitaria y libre de estigmas elitistas, como herramienta de concienciación y crítica. Varios proyectos se han centrado en la equidad de género de manera explícita. Ahora, tras más de 20 años en el mundo laboral, he decidido volver a la esfera académica, estudiando por la rama de políticas públicas un Máster de Mujeres y Ciudadanía en la Universidad de Barcelona.

 

¡Hola Docemiradas! Y gracias por la invitación. Es un honor participar en esta gran plaza pública. ¡Qué importante para el feminismo es esta posibilidad tecnológica de intercambio de ideas, críticas y propuestas! Es como una recreación virtual de aquellas asambleas y grupos de debate donde confrontábamos conceptos, el primero de ellos incluso nuestro propio sexismo, para armar nuevas estructuras y andamios sobre los que elevarnos entre todas.

Acabo de releer (¡y recomiendo!) a la gran  Bell Hooks, El feminismo es para todos. Nos pide que no perdamos esas ganas de debatir dentro del propio feminismo, porque es la base de la verdadera sororidad. Ella recuerda los 60 y 70 donde se fueron forjando los feminismos de la Segunda Ola:

En vez de abandonar su visión de sororidad ante la imposibilidad de alcanzar una utopía,
crearon un verdadera sororidad, que tuvo en cuenta las necesidades de todas.
Éste era el duro trabajo de solidaridad feminista entre mujeres.

Pero Hooks nos advierte:

La sororidad nunca hubiese sido posible cruzando las fronteras de raza y clase 
si algunas mujeres individualmente no hubiesen estado dispuestas 
a ceder su poder de dominar y explotar a grupos subordinados. 

 

Por ello es importante comprobar constantemente nuestros propios privilegios de poder.

Observo una insidiosa tendencia en mí misma: con frecuencia olvido mis privilegios de clase, etnia, capacidad funcional, sexualidad (etc). Pero no soy la única. Como feministas, hablamos, pensamos y escribimos sobre diferentes tipos de subordinación y cómo operan «interseccionalmente«.  Género, clase, etnia, capacidad funcional, sexualidad, religión, edad (¡y más!) crean un sistema social de opresiones y privilegios que funcionan simultáneamente, aunque no todas con la misma intensidad. Sin embargo, nos resulta más fácil, y a menudo más urgente, ver las opresiones que los privilegios, especialmente si son los nuestros.

Claro está, el género atraviesa toda esta diversidad, y eso nos une. Pero lo que tenemos en común tampoco borra las diferencias ni las desigualdades entre nosotras. Y de la misma manera que criticamos el pensamiento androcéntrico que toma el concepto hombre por toda la humanidad, por eso también debemos hablar de mujeres y no de la mujer. Por eso decimos feminismos y no feminismo. Sabemos además que hay un feminismo occidental, blanco y heterosexual y de clase burguesa cuya hegemonía hemos de cuestionar las que «nos criamos» en él. Aquí tenéis un interesante debate donde ganó la moción «El Feminismo ha sido secuestrado por mujeres blancas de clase media» que propuso Myriam Francois-Cerrah.

¿Recordáis esa secuencia de la película La Vida de Brian de Monty Python donde se reúnen el «Frente Judaico de Popular» en el anfiteatro romano? Judith empieza la discusión declarando: «Yo creo, Ned, que un grupo anti-imperialista como el nuestro debe reflejar las divergencias de las bases.» Cada uno de los pomposos pronunciamientos androcéntricos tipo «Es el derecho inalienable de todo hombre…» , es interrumpido machaconamente por Stan con un «y mujer«. Casi que podríamos sustituir las palabras «grupo anti-imperialista» por «grupo feminista» y recordar machaconamente que cada vez que nombramos nuestras opresiones debemos nombrar también nuestros privilegios.

No es que los privilegios sean lo opuesto a las opresiones, pero en este «sistema» definitivamente tienen una relación que no se puede obviar. Gozar de ciertos privilegios no te convierte necesariamente en opresora (aunque puede que también) pero sí te beneficias. Y si te beneficias injustamente de la estructura social, también es tu responsabilidad cambiarla.  Algunas personas, o no se dan cuenta, o directamente lo niegan

¿Por qué algunas personas se empiezan a poner nerviosas cuando hablamos de sus privilegios? Parece que les invade un sentimiento de negación tal vez enraizado en un sentimiento de culpa. ¿Cuántas veces hemos oído?: «Espera un momento, yo no he tenido ningún privilegio. Todo lo que yo tengo, todo lo que soy me lo he ganado yo. A mí nadie me ha dado nada gratis«. Bueno, sabemos que eso no es verdad. Aquí tenéis un buen artículo de Jamie Utt  sobre cómo hablar de privilegio con alguien que no sabe lo que es. Parafraseando a Utt, una definición de «privilegio de identidad» sería: Cualquier beneficio o ventaja que recibes en la sociedad solamente por tu identidad de etnia, religión, género, sexualidad, clase-riqueza, habilidad funcional o estatus migratorio.

Yo, como mujer cis-género, blanca, occidental, sin diversidad funcional, heterosexual, de clase media y formada en el feminismo hegemónico, cada mañana cuando salgo por la puerta sé que no tengo que gastar ni una neurona en:

  1. Planificar mis movimientos para evitar barreras urbanas, arquitectónicas, ni preocuparme de que me tomen en serio y me respeten como persona adulta.
  2. Mostrarme afectiva con mi pareja en público.
  3. Llevar un pañuelo en la cabeza cuando subo a un transporte público.
  4. Acudir a cualquier centro de salud si me encuentro mal.
  5. Sentirme estigmatizada por mi profesión; todo lo contrario se me tendrá por una mujer digna de respeto por «proteger» mi sexualidad.

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Y así muchas cosas más. Como no tengo que gastar neuronas, es fácil que se me lleguen a olvidar. Y de ahí rápidamente a racionalizar que todo lo que tengo me lo he ganado, o lo que es peor, que soy mejor, más avanzada, más libre, más lista; cosa que simplemente no es verdad. Según Shankar Vedantam, «Los que viajan con la corriente siempre pensarán que son buenos nadadores«.

El feminismo de la interseccionalidad nos explica y nos expone estas estructuras vivas y por dónde hay que atacarlas. Pero a la vez que nos abre los ojos, nos obliga a volver la mirada sobre nosotras mismas, comprobando continuamente nuestros privilegios. El espíritu crítico feminista para revisar y corregir el pensamiento androcéntrico, también nos lo debemos aplicar para evitar un feminismo hegemónico.

Quiero esforzarme en escuchar y aprender de todos los feminismos. Quiero resistir la tentación de buscar elegantes teorías que lo explican todo. En cambio, quiero «confrontar» y revisar continuamente diferentes perspectivas, prioridades y necesidades. Quiero apoyar las decisiones que tomen otras mujeres aunque yo no siempre las comparta para mí misma. Quiero tratar de ceder mis privilegios y descolonizar mi mirada. Es la promesa fundamental de emancipación que contiene el feminismo.

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Fotografía: Deia, 2013

 
 
Mural Giltza Bat
(por Verónica y Christina Werckmeister Lacarra)
 
Diálogo entre mujeres:
colores atravesando sus cabezas y corazones,
sobre un fundo de encaje de nudos
que ilustra la complejidad de su relación.
Más información, aquí.

Los 12 apóstoles o el gobierno de Syriza

febrero 10, 2015 en Doce Miradas

Decía el Papa Francisco en su último viaje, creo que a Filipinas, que somos “demasiado machistas” (sic). Esto me lleva a pensar que los comportamientos “poco” machistas o “normalmente” machistas son generalmente aceptados y que solo se condena sin titubeos aquello que ha adquirido el carácter de delito como puede ser el asesinato, la agresión sexual o la violencia. Sin embargo, no se adopta una postura firme contra las actitudes que, precisamente, ostentan la mala costumbre de ser el origen y la causa de ese delito. Ahí está la nota de corte: parece que todo lo que no está tipificado en el código penal puede ser susceptible de debate acerca de si es o no es machismo: el piropo, la no presencia de mujeres en determinados puestos en la empresa o en los gobiernos, la publicidad, la “superioridad” del hombre frente a la mujer, el compartir las tareas domésticas, los valores transmitidos, la obediencia “debida”, los modos de educación, los roles sociales…

La razón por la que muchas personas que se proclaman a favor de la igualdad mantienen posturas evidentemente machistas, es que no son conscientes de que esas acciones, precisamente las que se dan de manera más habitual, esos modos de pensar, esa forma de moverse por la vida son, lo quieran o no, consecuencia y origen a la vez, del más puro y duro machismo. La frase que el Papa Francisco decía en Filipinas es un claro ejemplo de ello.

El peso de la tradición

Estamos viviendo un momento social importante. Parece que nos encontramos en una bifurcación del camino en la que elegir una u otra dirección podría hacer que cambiara el sentido de la historia. Da la sensación de que nos encontramos contemplando desde la orilla, como meros espectadores, una competición de veleros en la que tiene suma importancia en qué dirección sopla el viento. Lo que no sabemos muy bien es si las personas que capitanean los barcos tienen la intención de arriesgarse y atracar donde todas y todos estamos esperando o quizás nuestro deseo se sitúe 2 ó 3 puertos más allá de donde ellos, y digo ellos adrede, tienen planificado finalizar su viaje.

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Fotografía de aleteia.org

Eso nos pasa, por ejemplo, con el Papa Francisco que, cuando todavía era Bergoglio, nos conquistó el 13 de marzo de 2013 con aquel “buona sera”, dicho de una forma tan linda con acento argentino. Desde entonces, parece que han querido sonar aires de cambio pero su “demasiado machista” o la defensa del uso de la violencia física en el caso de que alguien ofendiera a su madre (que no a su padre), además de su inacción en otros temas, nos han hecho ver que, por lo menos éste, no tiene pensado llegar al puerto que mucha gente estábamos esperando. Le pesa la tradición. Demasiado. No es de extrañar si tenemos en cuenta que las creencias de la Iglesia están basadas en una fe en la que, tanto para crearnos como para redimirnos, e incluso para morir por nos, lo ha hecho en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Una Iglesia en la que las mujeres no están ni se les espera, salvo para representar un papel de actrices secundarias en una película que tiene ya más de 2.000 años, exactamente el tiempo en el que también la historia se encontró en un cruce de caminos. ¿Y quién lideró aquel cambio, aquella “revolución”? Pues, cómo no, un hombre. Un señor que un día se lió la manta a la cabeza, salió de su casa y reclutó un equipo de seguidores, los apóstoles, conformado otra vez más, solo por hombres. Y únicamente llevaba con él a dos mujeres: a su madre, la que le cuidaba, y a María Magdalena, la prostituta arrepentida y, además, enamorada del líder. O al menos así nos lo cuentan las crónicas de la época escritas, de nuevo, por hombres. Y no se nos ocurre poner en duda que lo nos dicen los evangelistas no sea cierto, por lo menos en cuanto al sexo de los protagonistas se refiere: a ninguna mujer de la época en su sano juicio se le hubiera ocurrido echarse a andar sola por esos caminos de Yahvé y decirle a otras 12 mujeres que hicieran lo mismo. Las hubieran tildado, como poco, de locas y en un pispas, las habrían mandado a la casa de sus padres para que las metieran en vereda. Y no se habría realizado ni un milagro, por supuesto, porque a ver quién iba a ser la guapa que se hubiera atrevido a resucitar a Lázaro sabiendo, porque para algo era la hija de Dios, la que por mucho menos se montaría siglos después en Zugarramurdi. Las 12 apóstolas nunca pudieron haber existido. Y por supuesto, jamás hubiera triunfado la doctrina que predicaban porque lo que decían las mujeres no contaba.

Ni cuenta.

Y llegó Grecia

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Fotografía de elcomunista.net

En la cuna de la democracia, volvieron a soplar hace pocos días, otros vientos de cambio. Y mientras los espectadores veían desde la orilla de nuevo la carrera de veleros, el ganador se quedó bastantes puertos más atrás de lo que muchas, y me consta que también muchos, esperaban. El partido ganador, Syriza, ha designado un gobierno compuesto por 10 hombres. Ni una mujer. Un Consejo de Gobierno de 40 personas, en el que solo 6 son mujeres. Es tradición, dicen algunos, que en Grecia la política esté copada por los hombres. Y entonces yo me pregunto que para qué sirven los cambios y en qué se diferencia todo esto de, por ejemplo, lo que vemos que ocurre en la Iglesia, estructura inamovible donde las haya. ¿No habíamos quedado hace tiempo que las tradiciones están para romperlas?

Contemplo con estupor que hay personas que justifican esta situación. Y que muchas de ellas son mujeres. He visto estos días a personas que pusieron el grito en el cielo cuando vieron que en el gobierno de Tsipras las mujeres destacaban por su ausencia, cambiar de opinión porque parece que si se critica algo que está mal hecho por un partido de izquierdas, inmediatamente te has “desindignado” y te has puesto al otro lado de la barrera. Pasados los primeros días han hablado los gurús y, como siempre, han callado las mujeres. Y no me meto aquí en opciones políticas, creo que no es el lugar, sino que me manifiesto en contra de cualquier gobierno, de izquierdas, de derechas o de centro, me da igual, en el que no haya mujeres. Porque sin mujeres en un gobierno, no se pueden hacer políticas de igualdad. Porque sin mujeres en un gobierno, van a decidir por nosotras y sin nosotras una vez más. Porque sin mujeres en un gobierno, nos vemos obligadas a levantar la mano de nuevo para decir que estamos aquí. Y ya tenemos el brazo cansado. Que también contamos. Que también votamos. Que también pagamos impuestos. Que no queremos volver a reivindicar que somos tan válidas como ellos. Que no nos apetece tener que decir otra vez más que tenemos que estar. Porque un gobierno sin mujeres es “demasiado” machista. Porque un gobierno sin mujeres solo denunciará aquel tipo de machismo que sea delito. Porque sin mujeres no hay democracia. Y porque esto ha sido así por los siglos de los siglos.

Amén.

De sostener la mitad del cielo a mujeres sobrantes

febrero 3, 2015 en Miradas invitadas

Natalia Doce Miradas InvitadaNatalia G. Collado (@NatdiMontgo) es emprendedora (lo que toda la vida se ha conocido como empresaria) especializada en China. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración, con especialidad en Estudios Internacionales, por la UCM. Máster en Gestión de la Cooperación al Desarrollo y Ayuda Humanitaria por la U. Pontificia de Comillas y en Estudios de Asia Oriental por la UOC. Diploma de Estudios Avanzados en Estudios de Paz y Seguridad Internacionales por el Instituto Universitario Gutiérrez Mellado. También ha realizado programas de posgrado y especialización en la Beijing Foreign Studies University o la China-Europe International Business School (CEIBS) (Shanghai), siendo de la primera generación de personas becadas por la Fundación ICO en China. Ha escrito numerosos trabajos académicos y de divulgación sobre China y España, cuestiones de seguridad internacional o paz post-conflicto. Durante más de una década ha vivido en Pekín, Shanghai y Nanchang, promoviendo intercambios comerciales con empresas y administraciones públicas españolas.

Tal mes como el que inauguramos con este nuevo post, hace ya diez años, y con la ilusión y valentía de quién comienza a sentirse no sólo parte de este mundo sino mirada activa del mismo, me aventuraba a escribir un artículo en el que analizaba el rol de la mujer en la sociedad china.

Una década es mucho tiempo. Inmenso cuando se trata de revisar la experiencia vital de una persona, los conocimientos y experiencias adquiridas y la madurez de su mirada. E inconmensurable, si queremos estudiar la evolución de un país, y en este caso de un país con una complejidad geográfica, étnica y social tan ingente como China.

Mao Zedong Mujeres mitad cielo

Póster propagandístico, 1983.

Ya no tanto la transformación de China en sí misma, sino el ritmo de la misma, supone un hito histórico sin precedentes. Ha superado las previsiones más clarividentes y sigue sumiendo en el desconcierto a quienes intentan dibujar con pinceladas el horizonte más cercano. Es fundamental, por tanto, tener en cuenta dicho contexto si aspiramos a comprender la evolución del rol de la mujer en China durante los últimos diez años.

Mao Zedong afirmaba a mediados del siglo XX que «la mujer sostiene la mitad del cielo». Manifestaba así su rechazo y oposición a un sistema tradicional que, basado en el Confucionismo había marginado a la mujer al acatamiento de un sistema patriarcal, patrilineal y patrilocal en donde su valor se reducía meramente al de una propiedad y, consecuentemente, cuyo destino estaba escrito por quiénes las poseyesen.

Hace diez años, y analizando el primer lustro del siglo XXI, apuntábamos un escenario muy diferente al concebido por el fervor maoísta sobre la liberación de la mujer y la utopía igualitaria. Junto a las amenazas tradicionales que, lejos de extinguirse, se habían ido adaptando al devenir político, económico y social de China, añadíamos nuevos desafíos. A saber: prostitución y tráfico sexual; discriminación y explotación laboral; diferencias salariales; mayor presión curricular; problemas de conciliación familiar; depresión y suicidio.

Pero, ¿cuál es la situación hoy en día? ¿Se han despejado los nubarrones que cubrían la mitad del cielo hace una década?, ¿Nos encontramos más cerca de alcanzar esa sociedad igualitaria que auspiciaba Mao Zedong?, O por el contrario, y coincidiendo con el cambio de liderazgo y la llegada de Xi Jinping al poder (14 de marzo de 2013), ¿están resucitándose los valores tradicionales y el Confucianismo?[1].

En este sentido, y puesto que un análisis pormenorizado de cada uno de los desafíos nos obligaría a su vez a desmembrar la complejidad y diversidad del país, me gustaría destacar lo que a mi modo de ver resulta extremadamente llamativo, paradójico y novedoso si lo comparamos con el rol de la mujer hace una década.

«Es preferible criar cisnes que tener hijas» (dicho tradicional chino)

En una sociedad donde hasta finales del siglo XX prácticamente el 80% de la población trabajaba la tierra, el nacimiento de una hija suponía una desgracia familiar en tanto en cuanto no podía colaborar en el trabajo agrícola y el sostenimiento de la unidad familiar.

Por todos es conocido el abandono e infanticidio femenino que, recrudecido a raíz de la aprobación de la política del «hijo único» en 1979, ofrece hoy un panorama de tal desequilibrio cuantitativo entre hombres y mujeres que sociólogas como Valerie Hudson han llegado a sostener que podría poner en riesgo cualquier atisbo de democracia en China. Se calcula que en la isla de Hainan hay 135,7 hombres por cada 100 mujeres.

No obstante, y si bien se mantienen medidas como la prohibición de conocer el género del bebé durante el embarazo para evitar abortos selectivos, lo cierto es que esta situación ha cambiado exponencialmente. La mujer ya no es una «boca que alimentar». No sólo se ha independizado económicamente, sino que se ha convertido en muchos casos en el sostén familiar.

Mujeres chinas directivas

Grant Thornton International Business Report 2013

El Informe Hurun calcula que 17 de las 358 personas supermillonarias chinas (fortunas superiores a los mil millones de dólares) en 2014 son mujeres. Asimismo, y según el informe de Grant Thornton:

  • El 51% de los puestos de alta dirección está ocupado por mujeres.
  • El 21% de las empresas que cotizan en Bolsa tienen mujeres en sus Consejos de Administración.
  • A nivel mundial cuatro empresas tienen Consejos de Administración formados exclusivamente por mujeres. Dos de esas empresas son chinas: Shenzhen-based Ceetop Inc. y China Teletch Holding Inc.
  • La mitad de las mujeres billonarias hechas así mismas son chinas.

Evidentemente, existe todavía mucho terreno que conquistar y en el que trabajar para eliminar las rémoras del pasado y las desigualdades intrínsecas a un país con una disparidad generacional, geográfica y educativa muy significativas. Sin embargo, y los datos son incontestables, las mujeres chinas no están inhibidas a la hora de perseguir su propio crecimiento profesional y el éxito financiero.

Zhang Xin CEO de SOHO

Zhang Xin, CEO de SOHO (Empresa Constructora e Inmobiliara) ocupa el puesto número 62 en el listado de las 100 Mujeres más poderosas del mundo elaborado por Forbes.

«Existen treinta y seis virtudes, pero no tener herederos supone una maldición que niega todas ellas» (Mencio)

Mercado de casamiento

Mercado de «casamientos» en la Plaza del Pueblo, Shanghai.

El filósofo chino Mencio, el más eminente seguidor del confucianismo, subrayaba con esta frase una de las raíces básicas del concepto de «amor filial»: la perpetuación del linaje familiar.

Actualmente, y a pesar de la incorporación de valores individuales y mercantilistas, la idea de la descendencia como un deber hacia los progenitores y antepasados sigue fuertemente arraigada en el inconsciente colectivo de la sociedad china.

Como denuncia la socióloga Leta Hong Fincher en su obra Leftover Women: The Resurgence of Gender Inequality in China (2014) lejos de contemplar una adaptación de los valores tradicionales al contexto actual y las necesidades de la sociedad moderna, se está produciendo sin embargo un resurgir, avivado incluso por entidades gubernamentales, de los principios más ancestrales de la piedad filial.

Desde el año 2007 medios informativos, revistas, webs e incluso la Federación All-China Women (una organización gubernamental fundada en 1949 con el objetivo de defender los derechos de la mujer en China) vienen insistiendo de forma reiterada en que las mujeres de más de 27 años que permanecen solteras son «leftover women» (mujeres sobrantes).

Ni los estudios, ni la experiencia ni el poder adquiridos son relevantes mientras no estén casadas y no hayan tenido descendencia. «Las chicas hermosas no necesitan mucha formación para casarse con una familia rica y poderosa, pero las jóvenes con una apariencia normal o fea lo tendrán difícil. Este tipo de chicas confían en los estudios para aumentar su competitividad. La tragedia es, que no se percatan de que las mujeres a determinada edad valen menos que nada. Así que para cuando consiguen su Título o su Doctorado, ya son viejas, como perlas amarilleadas» (Texto publicado en la Federación All-China Women con motivo del Día Internacional de la Mujer en marzo de 2011).

Algunas voces desde el Gobierno justifican esta renovada forma de coerción social como herramienta para corregir las consecuencias derivadas del sistema de Planificación Familiar y alcanzar una mayor estabilidad social. Pero lo cierto es que (y contra lo que hace una década e incluso hace más de medio siglo podría preverse) las mujeres chinas vuelven a enfrentarse hoy día a antiguas rémoras que las privan de la independencia conquistada durante décadas de lucha.

Un ejemplo muy significativo de esta regresión lo descubrimos en la nuevas leyes aprobadas por la Corte Suprema de China y relativas al régimen legal de las parejas casadas.

  • El 1 de mayo de 1950, y con el objetivo de evitar el desamparo y desprotección de la mujer en caso de divorcio, Mao Zedong aprobaba la Ley de Matrimonio de la República Popular de China, en la cual se garantizaban los mismos derechos tanto para el marido como para la mujer con respecto a la posesión y gestión de la propiedad familiar (Artículo 10).
  • No obstante, y desde el año 2011, la Corte Suprema aplica única y exclusivamente el régimen de separación de bienes, por lo que los bienes materiales, en concreto la vivienda conyugal, pertenece a quien haya firmado las Escrituras. Teniendo en cuenta que las mujeres aparecen sólo en un 30% de las Escrituras, al margen del importe aportado para la compra de la vivienda, la desprotección y el ostracismo al que se enfrentan en caso de divorcio son manifiestos.

Algunas paradojas y contradicciones…

Podríamos extendernos indefinidamente y continuar analizando tanto los logros alcanzados durante la última década como los desafíos de género que siguen imperando en la sociedad china. Sin embargo, mi intención al hacer hincapié en los dos puntos subrayados anteriormente, ha sido la de exponer las paradojas y contradicciones a las que se enfrenta la sociedad china en su totalidad y las mujeres, en particular, como sostenedoras de esa «mitad del cielo».mujeres chinas

Las sociedades, como cuerpos naturales que son, se transforman continuamente. «Panta Rei» (todo fluye) sostenía Heráclito. No obstante, el feroz y vertiginoso ritmo con el que esas transformaciones se han venido sucediendo en China desde 1979 ha sido de tal envergadura y excepcionalidad que están provocando serias anomalías y perturbaciones en el equilibrio natural de la sociedad así como resucitando lacras del pasado que se tenían como extintas.

La sociedad china ha sido incapaz de avanzar al mismo ritmo que lo hacía su economía o que el país se abría e incorporaba al escenario mundial. Y consecuencia de ello lo hemos podido observar previamente. Al mismo tiempo que las mujeres ocupan el 51% de los puestos de alta dirección (en Europa este porcentaje se reduce al 25%) la sociedad reprueba a aquellas mujeres que priorizan su formación y desarrollo profesional sobre la observancia de valores tradicionales como la «piedad filial», el matrimonio y la perpetuación del linaje.

Así pues, a tenor de lo que observábamos hace diez años y a modo de conclusión, podemos atrevernos a dibujar un horizonte en el que los nubarrones seguirán cubriendo la «mitad del cielo» mientras no exista un firme esfuerzo colectivo, amparado y sostenido por las entidades gubernamentales, para eliminar los desafíos que coleteaban del pasado y las paradojas e incongruencias que, pese al fortalecimiento de la conciencia de género, han surgido en los últimos años y amenazan, no sólo con demoler los triunfos alcanzados, sino con poner en grave riesgo el equilibrio social del país.

[1]El 12 de febrero de 2014, el Presidente Xi Jinping defendía la recuperación de los valores tradicionales y las enseñanzas de Confucio en las Analectas, como contrapunto a la ideología capitalista.